sábado, 31 de diciembre de 2011

Myanmar, la lección asiática

Dr. Darsi Ferrer

 

26 de diciembre de 2011

 

La Habana. Si hace solo unos meses tomó por sorpresa a la comunidad internacional los estallidos sociales en los atrasados pueblos árabes del Medio Oriente, que dieron por resultado el derrocamiento de algunas dictaduras y las sacudidas de otras que tratan de perpetuarse adoptando reformas democráticas, igual de insólita resulta la deriva en Myanmar, donde la junta militar se ha llamado a capítulo y lidera un inesperado proceso de desmonte voluntario del sanguinario régimen mediante la aplicación de medidas liberalizadoras.

 

En el país asiático la junta militar gobernante traspasó el poder a un grupo de civiles, hecho que constituye una novedad de inusual racionalidad entre las viejas dictaduras que se resisten a los cambios impuestos por los nuevos tiempos. Y aunque el estrenado gobierno de transición cuenta con la inquietante presencia de antiguos altos oficiales del ejército, ligados al despotismo y a la recurrente historia de maltratos e injusticias cometidas en esa nación desde el golpe de Estado en 1962, sus actuales reformas liberadoras son un verdadero estímulo para la esperanza de una evolución pacífica hacia la democracia y el Estado de Derecho. Se trata, pues, de un paso pequeño de gigante influencia.

 

La libertad de prensa y acceso a Internet han sido permitidos en gran medida, así como el derecho de huelga y el fin del monopartidismo encabezado por el siniestro grupo castrense, aupados alrededor del Consejo de Estado Para la Paz y el Desarrollo. Y aunque en un principio habían prohibido que participaran como candidatos a las elecciones más de mil líderes y figuras prominentes de la otrora ilegalizada Liga Nacional para la Democracia, pronto esa proscripción cesó legalmente.

 

La figura más destacada de la oposición, la Premio Nobel Aung San Suu Kyi, a la que negaron una victoria aplastante en los comicios pluripartidistas de 1990, castigándola con el encierro y estrecha vigilancia, ahora goza de plena libertad para competir por la presidencia de la nación. Ella representa el más preciado valor de honestidad y entereza moral para la actual Birmania que el mundo progresista desea ver en funciones. Sus credenciales de líder natural quedaron ratificadas con la reciente visita de la Secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton. El encuentro personal de la alta funcionaria con la líder opositora fue cálido y muy estimulante para el futuro desarrollo del proceso democrático aún en ciernes.

 

Sin embargo, la situación de Myanmar es grave. El proyecto de transición llega rodeado de múltiples y peligrosos escollos. Por años la prolongada y brutal dictadura militar causó abusos y violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Los militares son responsables de atropellos y asesinatos de poblaciones enteras, y no sólo de la mayoría birmana. El ejército llevó a cabo asaltos y violaciones de mujeres y niñas de minorías étnicas, como los Shan y Karen, obligándolas al cautiverio. Esas crueldades provocaron respuestas armadas de diversas guerrillas y, en la actualidad, se reportan graves enfrentamientos militares. Como consecuencia natural de este estado de desorden, también surgió un creciente tráfico de drogas por las tierras altas del norte del país, situación que genera guerras de pandillas y agrava la corrupción de funcionarios y poderes públicos.

 

Además, aún está fresca en la memoria de ese pueblo la violenta represión del gobierno militar en el 2008. Ocasión en la que miles de sacerdotes budistas salieron a las calles a protestar pacíficamente en apoyo de las manifestaciones populares por la falta de democracia y fueron perseguidos, apaleados y encerrados en prisiones. No pocos terminaron torturados y asesinados, y sus cadáveres arrojados en medio de la vía pública como escarmiento.

 

Las bases de brutalidad, desorden, guerra y violación de derechos es una herencia onerosa que recibe la incipiente y débil sociedad civil birmana. El reto aumenta en la delicada transición cuando los militares constituyen la misma fuerza elitista que formó parte importante de una tradición de golpes de Estado desde el mismo origen comunista de esa nación asiática, apenas liberada del colonialismo británico. El modelo totalitario salido de ese proceso de incivilización fue uno de los pupilos preferidos de China, el que quedó integrado a su esquema de “área de influencia” de la Guerra Fría en la península indochina.

 

No obstante, al vetusto proyecto de política exterior china le ha caído carcoma. Su fragilidad es evidente frente al cambio de la estructura geopolítica, y sobre todo social, en el mundo. Se puede afirmar que buena parte del cambio de rumbo de última hora del generalato birmano parte de una ágil reacción ante los inesperados sucesos y evolución de los autoritarismos tradicionales de la zona de Medio Oriente y el Norte de África. Con buen tino, los castrenses tragan el buche amargo que les empuja la historia de la nueva época globalizada. A causa de fuerzas imprevisibles que irrumpen en el presente, despotismos asentados por décadas tienen un final brusco e inadvertido, gracias a algo que apenas hace una década parecía remitirse a un pueril y despreciable manejo de artefactos electrónicos.

 

Los mandarines chinos son los más sorprendidos con esa reacción de sometimiento de su pupilo a la cruda realidad contemporánea, dejándolos en la estacada. Más no sólo a los generales birmanos persiste en aparecerse el cadáver macerado del dictador Muanmar el Gadafi. De repente, los mandamases del Partido Comunista chino encuentran una acelerada y espontánea redistribución del orden mundial donde empieza a primar el orden civil, la desideologización y las libertades públicas. Perspectivas en las que pierde asidero el modelo imperial por el que apostaron para su permanencia infinita en el poder, y base de su proyecto hegemónico de futura primera potencia global. La buena noticia para el pueblo chino es que su país no está exento de esos cambios, pese a las maniobras que pueda emprender la élite gobernante.

 

Myanmar inicia hoy un duro camino para intentar la reconciliación nacional, el regreso de los militares a los cuarteles, y dar los primeros frágiles pasos hacia una democracia, el respeto de los derechos de los ciudadanos y el fomento libre de la economía de un pueblo trabajador y con una gran tradición histórica y cultural.

 

Al otro lado del mundo, los ancianos cabecillas de la también anquilosada dictadura militar de los Castro deberían tomar ejemplo de la prudencia emprendida por sus colegas asiáticos. En el actual contexto político los cambios no pueden limitarse a meras medidas cosméticas, sino de peso, tal como asumen en estos momentos los gobernantes birmanos. El proceso mundial de la Globalización es imparable y las señales de sus cambios de mentalidad y estructuras comienzan a aparecer también en la isla del Caribe, sin esperar lentas autorizaciones burocráticas o dubitaciones de ancianos con ínfulas dinásticas para sus retoños. El tiempo pasa y la nación que no reciba su libertad de manera civilizada, firme y segura, la conquistará de otras maneras.


sábado, 10 de diciembre de 2011

Mensaje al Pueblo de Cuba: Día Internacional de los Derechos Humanos

por Dr. Darsi Ferrer

 

8 de diciembre de 2011


La Habana, Cuba.  Como ya es tradicional desde el 2006, saldremos a conmemorar el Día Internacional de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre, con una marcha en el parque Villalón del Vedado, sito en Calzada, entre D y E. La Marcha comienza a las 11:00 de la mañana, en silencio, sin carteles ni consignas.

 

En las ocasiones anteriores las autoridades del régimen han apelado a la violencia mediante turbas agresivas que golpean a los participantes, además de los arrestos arbitrarios y las amenazas. Insistimos en esta acción por la necesidad que tenemos todos los cubanos de desmontar la violencia, el odio y la intolerancia que reina en la nación tras medio siglo de totalitarismo. Todos ansiamos paz, justicia, tolerancia y una convivencia civilizada, sostenida por el respeto a las libertades individuales y a los derechos fundamentales, garantía de la dignidad de las personas.


EEUU, centro económico global

por Dr. Darsi Ferrer

 

29 de noviembre de 2011

 

La Habana, Cuba.  Cada vez es mayor el número de analistas internacionales que dan por sentado la inminente sustitución de Estados Unidos por China como nueva y pujante primera potencia mundial. Las bases para esa hipótesis la fundamentan en el crecimiento económico que por años ha formado parte de la China disfrazada de capitalista, que ya supera en sus exportaciones a gigantes como Japón y Alemania, así como por el creciente monto de dólares, títulos de deuda y bonos del Tesoro norteamericano que acaudala a manos llenas, entre otras razones.

 

Sin embargo, ¿realmente es esto un hecho incontrovertible? De cierto, otra buena parte de la opinión especializada sostiene lo contrario. Afirman que el modelo chino es una enorme burbuja económica cuya frágil base de sustentación está minada por significativas contradicciones sociales, políticas y económicas que representan un serio lastre para el futuro de la nación. Ante esta disyuntiva de dos aparentes realidades de un mismo fenómeno, los hechos demuestran que China, más allá de las engordadas cifras de desarrollo, en el orden interno oculta la debilidad de un despiadado modelo explotador que poco lo recomienda como próximo líder global.

 

Es palpable que en las élites de ese país asiático pervive un resentimiento de milenaria potencia mundial, condición que le duró hasta hace apenas un siglo, cuando sufrió el despojo y la humillación neocolonial a manos de Occidente. Ese viejo complejo motiva un impetuoso impulso en el orden de su proyección externa, exportando la visión explotadora nacional, ausente de transparencia y nutrida de prácticas económicas desleales. Aunque utiliza con éxito los instrumentos de modernidad que le aporta la Globalización, al negarse a la democracia y al Estado de Derecho, en sí misma estructura y fomenta elementos de resistencia que la hacen peligrosamente inestable ante la creciente realidad diversa y moderna de la actual corriente civilizadora. De hecho, el modelo chino es un calculado proyecto de desarrollo sostenido sin repercusión en las libertades individuales de su pueblo.

 

Resulta verdaderamente deshonesto que muchos agoreros del nuevo advenimiento chino ni siquiera mencionen que esa nación persiste en ser una dictadura totalitaria. Ni se le da importancia a que sea regida por el mismo Partido Comunista que organizara y dirigiera tantas campañas y represalias que le costaran la vida y sufrimiento a millones de sus ciudadanos. Un país controlado con mano dura por una clase elitista que tiene como principal objetivo su propio enriquecimiento. Como expusiera un experto dudoso de la próxima primacía mundial china, “la población aceptó la obediencia a cambio de mejorar su nivel de vida y el Partido Comunista aceptó la transición económica y social a cambio de mayores privilegios”.

 

Esto incluye ejemplos hasta de rancio colonialismo, como la ocupación forzosa de la región del pueblo uigur de tradición musulmán. O como el caso del Tíbet, víctima de una invasión militar china en la década de los años 50 del pasado siglo, agresión que costó la muerte de un millón de tibetanos y la destrucción de buena parte de su acervo cultural. Ambos son obstáculos presentes e insalvables hacia el desarrollo real y humano de los derechos del gran pueblo asiático.

 

Anunciándolo cínicamente como una etapa necesaria para construir el desgastado fantoche del mítico y futuro Comunismo en el que nadie cree, el Partido Comunista chino ha dispuesto y bendecido la abierta y descarnada explotación de su enorme población a manos de los inversionistas extranjeros y los funcionarios nuevos-ricos del gobierno. Sin derecho a huelga, reclamaciones salariales, vacaciones o licencias por enfermedad o maternidad, los trabajadores chinos se desgastan en agotadoras jornadas de 12 y 14 horas diarias, seis días a la semana. Siempre bajo la amenaza de despido ante la menor muestra de debilidad, están presionados a esforzarse al máximo debido al enorme número de parados que esperan ansiosamente ocupar una vacante en la cadena productiva. De esta manera, el pueblo chino sufre en pleno siglo XXI los dantescos episodios de la peor etapa de explotación de los orígenes del capitalismo primitivo.

 

El Partido Comunista promotor de toda esa conveniente “pujanza económica” cuenta con el férreo control directo de más del 60% del país, donde se ha cuidado mucho de que no llegue la imagen de vidriera de la zona costera Oriental. Los sectores estatal y privado quedan bajo un poder central y en ambos el Partido-Estado impone no sólo decisiones administrativas incuestionables, sino que también obliga a rajatabla tasas de precios y costos. Y a pesar de que el Estado consume alrededor de un tercio del gasto público en subvencionar sus empresas para mantenerlas a flote, ofrece apenas un mínimo de salvaguarda al sufrimiento popular, autorizando sólo un reducido gasto en sanidad y pensiones, y excluyendo sufragar cualquier subsidio por desempleo.

 

La división del país en tres áreas económicas que requieren de un pasaporte interno para pasar de las zonas pobres a las de empuje económico favorece el modelo de explotación de la masa laboral en China, aunque no sólo dentro del territorio nacional. En varios países del primer mundo y en vías de desarrollo de Occidente, recientes denuncias demuestran casos flagrantes de brutal expolio de mano de obra china exportada. Y severas prácticas de matonismo empresarial han tenido lugar en países de creciente influencia china en África, como Zambia, reprimiendo violentamente las huelgas de mineros provocadas por violaciones salariales, o en la también minera Shougang de Perú. Por otra parte, llueven las denuncias y alarmas por las crecientes falsificaciones y alteraciones de productos de fabricación china. Acciones fomentadas por ánimos de irresponsable y desenfadado lucro, lo que mina la confianza de consumidores occidentales para el consumo en surtidos tan disímiles como los productos lácteos y juguetes hasta los sistemas electrónicos de armamento.

 

En América Latina, muchos elementos de las castas intelectuales y dirigentes, más allá de realidades palpables, persisten en mantener con vida el viejo andamiaje del antiamericanismo y son los más entusiastas en otorgarle a China el papel de próxima primera potencia. También conforman las filas de los mayores vaticinadores del desplazamiento del centro económico mundial de los Estados Unidos hacia la nación más poblada del mundo. Dan por sentada esta versión de los hechos como el del supuesto abandono y desinterés de la nación norteña hacia sus vecinos del sur.

 

Más, esto sólo es el delirio deseado por esas élites antinorteamericanas. Como alguien dijera con mucho acierto, los hechos son tozudos y desmienten toda falsa presunción. En la realidad que atormenta a esos personajes, América Latina no sólo sigue siendo el mayor centro de la inversión del capital norteamericano, superando por tres veces el de China en la región, sino que cerca del 50 % de las exportaciones norteamericanas tienen como destino a Latinoamérica. Además, cada año esta región se beneficia de las transferencias de tecnologías modernas y programas de ayudas económicas de los Estados Unidos, así como de tratados comerciales preferenciales. Las remesas familiares enviadas por los emigrantes latinoamericanos radicados en Estados Unidos, pese a la crisis económica, superan los 60, 000 millones de dólares, mucho más que las provenientes de Europa y Asia. En cambio, el comercio de la región con China se concentra en la exportación de materias prima, y prácticamente no encuentra mercado para incluir en el intercambio producciones con valor agregado. Situación que no favorece el desarrollo y la solides de las economías de Latinoamérica.

 

Contrario a las afirmaciones predominantes en el discurso de los personeros de la izquierda internacional, que no se cansan de denunciar un interés determinante de EEUU por asentarse y controlar los recursos económicos del Medio Oriente, el desplazamiento de su eje de intercambio comercial global a donde lo dirige es al Asia. No obstante, no hay dudas de que estas variaciones no modifican la persistencia del centro económico mundial dentro de los límites geográficos de Estados Unidos, el que da señales claras de reacomodo de capitales, empresas y empleos dirigidos hacia su costa occidental. Recientes acuerdos regionales de las naciones suramericanas que bordean el Océano descubierto por el conquistador español Balboa y los flamantes tratados de libre comercio firmados por Estados Unidos con Panamá y Colombia consolidan esta tendencia de preparar a la región hacia un mayor intercambio comercial en la zona económica del Pacífico, desde ya más sólidos e importantes que el lento crecimiento del otro gran proyecto económico regional de América Latina, el convenio atlántico de Mercosur.

 

Las instrumentaciones hacia el desarrollo de la región de cara al Pacífico tienen mayor viso de realidad que configuraciones regionales conformadas por una visión de politizado resentimiento y banal enfrentamiento geopolítico con la nación que, en la realidad que se insiste en ignorar, es la que más los favorece. Así, engendros voluntaristas como el semi-cadavérico ALBA y el endeble UNASUR parecen empezar a formar parte de las leyendas heroicas, e inútiles, del resentimiento antiimperialista latinoamericano.


domingo, 23 de octubre de 2011

Mensaje a los cubanos

Dr. Darsi Ferrer

 

14 de octubre de 2011

 

La Habana, Cuba. Es tiempo de que termine la ilegítima y abusiva dictadura en Cuba. La corriente liberadora desatada en las sociedades árabes muestra claramente el camino de cómo hacerlo. Esos pueblos hermanos son nuestros iguales como víctimas de sojuzgamiento, anulación de libertades y derechos, represión y sufrimiento acumulado y creciente. Y sus opresores también se asemejan a los nuestros. En nada los diferencia la injusticia y corrupción que esparcen, el despotismo y la crueldad de su poder, los privilegios y pretensión de perpetuarse en dinastías. Los nombre de Ben Ali, Hosni Mubarak, Muamar al Gadafi, Bashar al Asad, se escriben con el mismo sentido ignominioso que Fidel y Raúl Castro.

 

La nación cubana debe tenerlo bien claro de una buena vez. Los salvajes métodos represivos que estos dictadores del Medio Oriente y el Norte de África han emprendido contra sus pueblos, son similares a los que practican los opresores del régimen para mantener a las personas en Cuba pobres, ignorantes, esclavizadas y aisladas del mundo. Y en nada se diferenciarán las masacres y los atropellos que allí se cometen, a lo que están dispuestos a protagonizar los gobernantes castristas para doblegar cualquier reclamo que estalle contra sus injusticias. Las recientes acciones de violencia desproporcionada contra los opositores en la isla alcanzan la cifra más alta de los últimos treinta años. Es el indicador del temor a una rebelión y quieren aterrorizarnos para que no ocurra. El instinto bestial compulsa a esos represores en su intención de aplastar los reclamos que surjan en el país, incitados por lo que ahora mismo hace el ejército sirio con su propia población.

 

Nos solidarizamos con todos los pueblos que se levantan en rebeldía motivados por el reclamo del derecho a ser libres. Sentimos la obligación de felicitar y dar gracias a los hermanos árabes, libres de vanguardias y líderes carismáticos, por demostrar la fuerza indomable que es capaz de brotar cuando los pueblos deciden emprender una revolución popular. Ellos vencieron lo que parecía imposible. ¡Nosotros también podemos!

 

Tal como clamaron los tunecinos y egipcios, después los libios y ahora exigen los sirios, los cubanos todos, en la isla y en la diáspora, debemos reconocer que nuestra libertad, y el resurgir de nuestras esperanzas y oportunidades, dependen de sacudirnos el lastre devastador del castrismo. No hay otra opción, compatriotas, los invito a asumir como mensaje común: ¡Fuera la dictadura! ¡Que se vayan los Castro!


lunes, 8 de agosto de 2011

La crisis financiera de los Estados Unidos, escenario del conflicto global entre estatismo y propiedad privada

Por Dr. Darsi Ferrer

 

29 de julio de 2011

 

La Habana. La modernización acelerada que trae la Globalización, imprevisible en transformaciones de todo tipo, ha vuelto al mundo más pequeño, derivando a disfuncionales muchos aspectos del viejo modelo industrialista de la civilización que se iniciara hace casi trescientos años. Estados Unidos ocupa el puesto de economía motora del mundo, por lo que no es asombroso que en la actualidad sea el campo de batalla donde se estén enfrentando las fuerzas rectoras de las dos principales tendencias.

 

El presente conflicto de intereses entre demócratas y republicanos ante el dilema de elevar o no el techo de la deuda de su país parece resumir a escala nacional un fenómeno global: ¿existen dos maneras divergentes de llevar por buen camino los asuntos públicos? ¿Hay preponderancia del modelo estatista o de la libertad del mercado y la sociedad civil para conducir y resolver sus propios problemas?

 

Las crisis económicas de Irlanda, Grecia, Portugal, España e Italia, y otras que vendrán, pese a ciertas diferencias, presentan grandes similitudes en origen y hasta de intento de solución. Se puede resumir que todas, en el fondo, muestran el mismo perfil: el enfrentamiento entre los gobiernos benefactores (que de anteriores heredan un esquema de desarrollo, engrosado en su turno con propósitos electorales y basado en el crecimiento del aparato burocrático estatal y de los beneficios sociales que este administra y que como propietario gasta a manos llenas en tiempo de bonanza) y el acostumbrado clientelismo de sus electores, ahora frustrados en sus aspiraciones de recibir beneficios tradicionales, y empujados mediante necesarios recortes al espacio que deben retroceder para resolver sus propios problemas.

 

Es un asunto de difícil solución por el grave riesgo político que representa para cualquier gobierno que se le enfrente, ya sea con ánimos de solucionarlo o buscando paliativos para ganar tiempo y pasarle la pelota de la debacle a la siguiente administración. Lo cierto es que para las figuras políticas y partidos que lo emprendan en firme, muy probablemente significará su definitivo fin en las urnas. Reducir el Estado Benefactor y facilitar que buena parte de sus desprendidos atributos de propietario-distribuidor sean asumidos lenta y gradualmente por el ingenio y la iniciativa privada de la sociedad civil, resulta una transición de vastas y estremecedoras proporciones. Como primera grave consecuencia, miles de funcionarios y empleados del gobierno quedarían a disposición de un mercado laboral ya en crisis.

 

Además de la enorme  impopularidad que provocaría una medida de esa índole que, sin dudas, a muy corto plazo incrementaría la crisis nacional a límites inestablemente peligrosos.

 

Ante este problema, ¿qué hacer entonces?

 

Lamentablemente, la actual crisis mundial (fenómeno periódico y gradual de la economía de mercado que sirve para desembarazar de activos pasivos), es acrecentada y alargada por la permanencia, sostenimiento y hasta crecimiento del modelo estatista como vía de su solución. La gestión general de ese modelo benefactor se resume en un acumulado de malas decisiones y erradas presiones provocadas por grupos de intereses muy diversos, desde empresarios, sindicatos y partidos políticos hasta grandes masas de población en busca de soluciones a sus problemas mediante una redistribución de la riqueza que los favorezca.

 

En principio, este cúmulo de cambios basados en una redistribución de la riqueza nacional sería mucho más equilibrado y equitativo si fuera resuelto a través de la sociedad civil (que en definitiva es quién lo produce, utilizando como instrumento las iniciativas de la economía de mercado), y no a través de un Estado propietario-distribuidor. Precisamente es esa gestión como propietario la que desvirtúa las funciones que originaron el Estado, que son las de redistribuidor y árbitro.

 

Este escenario está cada vez en mayor contradicción con las nuevas fronteras de civilización que trae la Globalización. Cambian más aceleradamente todas las reglas y parámetros que parecían funcionar hasta los tiempos modernos (y que facilitó el papel preponderante del Estado como propietario-benefactor de la riqueza nacional, a veces adquiriendo proporciones monstruosas: la URSS, Alemania hitleriana, la China maoísta, Cuba, Corea del Norte, etc.). Pero ese tiempo ya agoniza, facilitando el paso a la Era de la Información, con aun poco conocidas condicionantes y dinámicas por desarrollar.

 

Éstas nuevas fronteras del desarrollo no son mayoritariamente negativas, sino todo lo contrario. La Internet, los modernos medios de comunicación personal en constante cambio y el cada vez más acelerado flujo de la información; la capacidad de aminorar con efectividad la trasmisión de los efectos de las crisis periódicas del mercado; el aumento de los avances científicos y del nivel de vida en regiones densamente pobladas y con un tradicional bajo perfil de supervivencia (China, India, el Continente Africano), son todos resultados positivos de este nuevo contexto mundial.

 

Sin embargo, a medida que se extienden y crecen sus beneficios, las nuevas circunstancias ponen al desnudo, acrecientan o imponen con mayor fuerza otras crisis de la evolución, las que se tornan imperativas para sostener el desarrollo de la civilización.

 

Estas presiones no son nuevas para la Humanidad. En épocas anteriores las naciones no pudieron retrotraerse a los grandes beneficios y a los males que trajo el capitalismo so pena de quedar atrasado y sujeto en un plano inferior al resto de los países que asumían las nuevas reglas del desarrollo. Las injusticias que esto provocó forzaron enormes guerras y sufrimientos, pero también aceleraron los avances de las ciencias y la economía, redundando en un crecimiento global. Como prueba ineludible de este marcado progreso, la población mundial aumentó al doble de lo que tardó en crecer desde 1700 a 1850, y de 1850 a 1950 se duplicó, triplicándose desde esa fecha hasta el presente.

 

Sea cual sea la decisión que se tome el próximo agosto en los Estados Unidos, por las dimensiones de la economía americana y el volumen acumulado de la deuda pública, unos $14,000,000,000,000 millones, siempre  significará una sacudida para la economía y la marcha de los asuntos y presentes conflictos globales. No obstante, sólo una opción es capaz de crear las bases para la estabilización y crecimiento a mediano y largo plazo de la locomotora mundial. La apuesta válida es la que puja por la reducción del gobierno, el gradual traspaso de las responsabilidades del grueso de la Sociedad de Bienestar a manos de la sociedad privada y la asunción por parte del Estado de sus atributos y responsabilidades que le dieron origen, el de árbitro y regulador del bienestar de todos sus conciudadanos, abandonando el papel de propietario, juez y parte, en los asuntos de la economía y de la injerencia en los derechos de propiedad que de esto se deriva.

 

La disyuntiva está sobre el tapete. Al incrementar el gasto público, aumentar el tamaño del gobierno e introducir en circulación grandes masas de dinero, la Administración Obama no ha demostrado haber encontrado soluciones adecuadas a la presente crisis, sino que más bien la ha extendido. Quizás sea la hora de tomar una decisión radical y no seguir insistiendo en cargarle las espaldas y endeudando a las futuras generaciones de una nación repleta de libertades y tradiciones democráticas. Ese es un legado que la Humanidad no se merece.


lunes, 23 de mayo de 2011

Siria: la apuesta por la libertad

por Dr. Darsi Ferrer

 

12 de mayo de 2011

 

La Habana. Pese al ejército disparando con tanques, cañones y francotiradores, y a la acción de la policía política haciendo constantes razias en los hogares y secuestrando a conocidos opositores o sospechosos de participar en las manifestaciones contra el régimen, el valiente pueblo sirio continúa manifestándose cada viernes de oración, pidiendo el fin del régimen asadita.

 

La brutalidad de la represión se ha sostenido en parte por la ausencia de una decidida condena internacional, y las más que acostumbradas dubitaciones de un Consejo de Seguridad de la ONU que todavía está atenazado por el fiambre de la realpolitik de la Guerra Fría. Los cálculos de conveniencias geopolíticas y las componendas de pasillo se vuelven más infortunados ante la masacre de una revolución verdaderamente popular, pacífica y que clama por el triunfo de los valores occidentales de libertad y democracia.

 

La persistente brutalidad de la cúpula gobernante de Siria parece haber domeñado el pánico de Bashar al Asad, el que hace apenas unas semanas se apresuró a firmar por decreto el fin del Estado de Emergencia que implantara su padre. Envalentonado por las facciones recalcitrantes en el poder, y por la falta de enérgica condena unánime en la arena internacional, la que deberían encabezar EEUU y la Unión Europea con sanciones drásticas de corte político-económico, el dictador sirio se ha lanzado a por todas contra su propio pueblo.

 

El mundo árabe, revuelto por las mismas premisas libertarias que protagonizan el verdadero principio del siglo XXI, está pendiente de esa lucha desigual. ¿Hasta qué punto podrá mantenerse el conflicto en suelo sirio sin una ruptura en uno u otro sentido? Por un lado el ejército está ante la contradicción de estar matando a sus propios coterráneos que juraron defender, y por el otro el pueblo es masacrado a mansalva y la comunidad internacional no lo apoya con decisión abrumadora.

 

Los argumentos de “defensa del Estado ante la agresión de extremistas islámicos” que blande la dictadura siria para justificar su barbarie no se sostienen como creíbles. Al igual que en todos los casos recientes en el mundo árabe e islámico, la presencia masiva de la población en las calles lo que clama es libertad y democracia, no la ley islámica ni un estado teocrático.

 

Todo indica que el punto de quiebra del pueblo avasallado de Siria ya quedó atrás. Lo estimula la lucha a brazo partido que sostienen en las calles y plazas contra el feroz dictador. No se puede concluir otra cosa al valorar la corajuda decisión popular de afrontar la feroz represión y muertes, y hacerlo incrementando la intensidad y participación en las protestas.

 

Y es que lo que está ocurriendo es una acción de la sociedad civil, que se multiplica cada vez en más ciudades, a pesar del incremento de la violencia gubernamental que intenta aplastarla. Con la matanza, ahora en el pueblo prima la justa cólera y en ella se ha galvanizado la decisión de quitarse de encima el odiado régimen. Su admirable resistencia va provocando grietas irreversibles en el ejército. Y  ante la heroica resistencia de la ciudadanía es probable que en la institución armada estén ocurriendo purgas y que empiecen a abundar las ejecuciones sumarias, anotándolas como víctimas de unos supuestos “terroristas” que actúan contra el Estado. Pero ni siquiera la teoría de la fidelidad a toda prueba del ejército de corte personalista puede salvar las contradicciones abismales a las que está siendo arrastrado por la dictadura.

 

El aparato de la policía política siempre resulta el más cruelmente comprometido con un régimen dictatorial. La tradicional  brutalidad represiva de la que hacen gala se dirige contra todo el que se oponga o dude. Sin embargo, su estructura interna es frágil para sostenerse en esa posición. La caída de todos sus iguales casi intactos en el derrumbe del llamado Campo Socialista dejó al descubierto cuáles son los puntos débiles de estas temidas estructuras de poder.

 

La resistencia a manos descubiertas de la población siria va a tener un límite de control. De persistir la represión, el pueblo se va a lanzar a una desgastante guerra civil, tal como ocurre en Libia. Entonces los sueños de “estabilidad en la región”, que han guiado a los diplomáticos interesados en frenar cualquier acción de enérgica condena a la dictadura de Al Asad se quebrarán con la sangre y la violencia.

 

El régimen de los hermanos Castro debe mirarse bien en ese espejo y meditar. Los tiempos son de cambios, pero no atenazados con remiendos inútiles y convenientes desde y para la cúpula. Los pueblos son los que dictan las condiciones de su futuro, no las llamadas “élites revolucionarias”, mucho menos cargadas con ancianos que representan un  poder envilecido.


La elección que espera Perú

por Dr. Darsi Ferrer

 

11 de mayo de 2011

 

 

La Habana. La reñida carrera por la elección presidencial en Perú se acerca cada vez más a su conclusión. El candidato izquierdista Ollanta Humala va perdiendo su ventaja electoral frente a la controvertida Keiko Fujimori, de un vago perfil liberal.

 

Humala, la bestia negra del balotaje, decidió perder lastre sobre la marcha. Y los resultados le fueron de inmediato favorables, al desembarazarse abiertamente del manto ideológico de su mentor Chávez, y hasta mencionándolo con cierta acritud, su por ciento de expectación subió como la espuma, permitiéndole llegar cómodamente a la segunda vuelta.

 

Por otro lado la Sra. Fujimori, encabezando un confuso programa liberal y con la carga al hombro de un ex presidente y aun padre preso por corrupto, ha hecho sus pinitos en las primeras semanas de mayo, igualando en los pronósticos a su adversario político.

 

El comportamiento ascendente en las encuestas de la preferencia por la candidata liberal refleja que está en condiciones de convertirse en la ganadora de la segunda vuelta electoral. No es nada bueno para Humala su tendencia a ir perdiendo lentamente su ventaja, mientras aumenta aceleradamente el por ciento favorable de la candidata de derechas. Este hecho marca una deriva significativa de aquellos que no se decidieron en la primera vuelta, dejando al campo con su voto en blanco a candidatos como el ex.-presidente Alejandro Toledo.

 

Y es que las razones abundan para no optar por una propuesta que a la larga, o más seguro, a la corta, sacará sus uñas. Humala es un nacionalista y populista furibundo de izquierdas, un profundo admirador del modelo castrista de permanencia en el poder y del ALBA como  mecanismo de expansión y aseguramiento del ambicionado cargo presidencial. Su personalidad pintoresca y simpatizante de la “violencia revolucionaria” descubre un perfil nada tranquilizador. De obtener la curul suprema se las arreglaría para permanecer en la misma por el tiempo que acostumbran los dictadores que se consideran, por definición, imprescindibles, es decir siempre. Y si hay algo de certeza como fórmula conclusiva en la historia reciente de América Latina, es que las dictaduras de izquierda se prenden al poder como garrapatas, mucho más que las de derecha de otros tiempos.

 

Pero contra todos estos sueños en rojo está el constante y sonante crecimiento económico de alrededor de un 10% anual que ha beneficiado a los peruanos en las dos últimas administraciones, y la consecuente expansión de la imagen del Perú como lugar atractivo de inversión y creación de empleo. Situación que ha sido el resultado de la decidida inversión en comunicación y vías de transporte de la denostada administración Toledo y la marcha acompasada, segura y seria en la economía de mercado que le aportara el presidente García, pese a su oscuro pasado de corrupto mandatario.

 

En definitiva, Humala no puede ofrecer otra cosa que no sean las tradicionales fórmulas estatistas de propiedad económica con sus nefastas consecuencias, ahora quizás disfrazadas de temperancia y ausencia de exaltación antiimperialista. Pero, por suerte para las aspiraciones democráticas, pesan demasiado en la memoria los años de sus constantes exabruptos y encendidos llamados a hacer del Perú otro fracaso totalitario como solución de los problemas nacionales.

 

Frente a este lobo disfrazado de ovejita, hasta la gris imagen de la Fujimori brilla como mejor opción y, de seguro, ganará las elecciones presidenciales de su país.

 

Como conclusión de todo esto,  resulta significativo, y hasta algo deprimente, que el destino que se forjan libremente los propios peruanos sólo permita optar por estas poco recomendables opciones. Quizá sea el resultado normal de la obligada, lenta y larga marcha en frágil equilibrio hacia un país estable y de progreso irreversible al que parece condenado buena parte del continente, alejándose cada vez más de la mano de aventureros que representan modelos trasnochados.


La enfermiza indecisión del Consejo de Seguridad

por Dr. Darsi Ferrer

 

4 de mayo de 2011

 

 

La Habana.  Hay una cuota significativa de cinismo que ronda con frecuencia las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU. Su incapacidad para condenar los asesinatos masivos que está cometiendo el régimen de Bachar al-Assad en las calles y plazas de las ciudades sirias, muestra muchas similitudes a los titubeos que permitieron que el dictador libio, Muammar al-Gaddafi, recuperara la iniciativa, permitiéndole consolidar una guerra civil empantanada hasta ahora.

 

¿Qué imaginan los representantes de los países que integran el Consejo de Seguridad? ¿Qué hay que dejar solos a esos disparejos contendientes en Siria, para que arreglen sus diferencias sin injerencia extranjera y con estricto apego a la soberanía nacional? ¿Acaso intuyen que alguno se va a cansar y optará por abandonar el conflicto: el régimen dictatorial de al-Assad con sus tanques y fusiles de asalto o el indefenso pueblo sirio que está poniendo los centenares de muertos?

 

Es una situación que apunta a una sola dirección. El régimen de Damasco y sus compinches no van a cejar en la aplicación de medidas criminales para aplastar toda manifestación o reclamo devenido de las multitudes populares que exigen libertades y la apertura a un sistema democrático.

 

El silencio cómplice de la comunidad internacional, la falta de consenso para adoptar una condena firme ante las matanzas ordenadas por al-Assad y el devaneo diplomático, sólo conduce a un callejón sin salida, además de animar a los genocidas que disparan contra su propio pueblo o reprimen de modo indiscriminado a sus opositores.

 

Una condena unánime del mundo civilizado es más que urgente. Y mucho más las medidas diplomáticas y sobre todo económicas, que hagan presión efectiva sobre esta cúpula de asesinos que dirigen por sus fueros el país sirio. Ningún argumento político de representantes diplomáticos sobre la conveniencia o no de la caída del régimen sirio y la supuesta desestabilización que provocaría en la región, amén de tener exageradamente en cuenta el disgusto del impresentable régimen iraní, es algo válido ante la represión y asesinatos impunes de una población martirizada y vejada desde hace décadas.

 

Otra vez se hace necesario recordar que los regímenes dictatoriales viven muy pendientes de cómo se manifiesta la comunidad internacional con alguno de ellos cuando cometen sus fechorías. Y actúan en consecuencia, ante la unánime condena o la desavenencia pasillera,  con temor histérico o envalentonamiento psicópata.

 

En lo que le toca a los cubanos, el régimen de los Castro, recién reverdecido en un cónclave gerontocrático más que frustrante para las esperanzas y anhelos de la población, también observa con atención las dubitaciones de los que deben ser celosos y responsables en el Consejo de Seguridad. Acostumbrados a las bravatas y a la brutalidad, la cúpula gobernante oculta cuidadosamente sus temores y fragilidad ante una futura y directa condena de ese Consejo de la ONU, tomando como referencia el caso de que en algún momento se vean necesitados de actuar salvajemente contra una población lanzada a las calles en reclamo de sus derechos, al igual que lo hace en estos momentos su amigo, el dictador sirio.

 

La actitud indecisa del Consejo de Seguridad y de otros importantes actores políticos internacionales, como el bloque de las 27 naciones de la Unión Europea, ante hechos injustificables de masacres de civiles como los que ocurren en Siria, debe de cesar de una buena vez. Los pueblos sometidos por dictaduras se están sacudiendo de su letargo y se muestran decididos a transformar el futuro de sus naciones con sus propias  manos, a un costo indecible en sangre, represión y sufrimientos.  Y eso no puede ser obviado con desaciertos diplomáticos o conveniencias de realpolitik.


La solución del conflicto libio

por Dr. Darsi Ferrer

 

3 de mayo de 2011

 

 

La Habana.  A dos meses de iniciada la guerra civil en Libia, y asediado por las fuerzas aéreas de la OTAN, ¿por qué el dictador Muamar al-Gadafi no disminuye su empuje ofensivo? Sus fuerzas blindadas han sufrido ataques demoledores, sus depósitos de armas han sido bombardeados, ¿cómo puede mantener ese nivel de ofensiva constante? ¿Cómo garantiza el dinero para pagar los cientos de miles diarios que debe entregarle a sus mercenarios y soldados leales para que continúen combatiendo a los rebeldes y matando y aterrorizando a los civiles? Se hace evidente que hay que cortarle al genocida de Gadafi  las líneas de suministro de armas, hombres y dinero.

 

La amplitud del territorio libio no es un obstáculo insalvable para la vigilancia constante de los medios militares modernos. Un satélite militar geoestacionario o la utilización de aviones AWAC pueden cubrir el vasto espacio desértico del sur y el este. De paso, también podrían servir para vigilar cualquier acción desesperada de Gadafi, una vez que se vea sin salida, que busque destruir los conductos de agua que viajan desde los gigantescos depósitos prehistóricos subterráneos de la frontera con Chad hasta las ciudades costeras. Esta última acción sería, al igual que hiciera Hitler reteniendo en el sitio a la población de Berlín ante el arrollador avance soviético en 1945, un intento más de hacer sufrir y hasta liquidar a su propio pueblo.

 

No hay pruebas que lo demuestren, pero informaciones occidentales han comunicado que Argelia, por igual gobernada por una cúpula militar decadente en forma absoluta y rígida desde hace años, es el candidato más idóneo por proximidad para que se descubra como fuente principal  de suministro al desesperado régimen de Gadafi. Los miembros de la nomenclatura argelina son los menos interesados en tener un vecino tan próximo donde gobierne un sistema democrático y abierto a Occidente. La contaminación libertaria les llegaría de sopetón, filtrada por la porosa frontera, como ocurriera con la propia Libia tras la triunfante revolución popular egipcia de principios de año.

 

Los líderes de la coalición de la OTAN deben valorar la necesidad de considerar objetivos militares a todos los funcionarios y militares que acompañen a Gadafi en su enfrentamiento y masacre del pueblo, así como sus residencias y riquezas acumuladas. Así lo exige una responsabilidad criminal sin excusa. Por tanto, esos oscuros personajes al aliarse con un sangriento dictador contra su pueblo deben asumir el costo de sus despreciables acciones.

 

La experiencia de la conclusión de la guerra en Yugoslavia y de la represión serbia contra los albaneses kosovares lo indicó claramente. A la alta jerarquía del régimen serbio no le importaba que el pueblo sufriera la destrucción de objetivos estratégicos vitales como centrales eléctricas, puentes, etc., bajo los ataques aéreos de la OTAN. Sólo cuando la cúpula en torno a Slobodan Milosevic comenzó a recibir  bombardeos quirúrgicos en sus fastuosas residencias y palacios, lo que puso en peligro directo sus vidas y la riqueza que amasaran con su colaboración, fue cuando el régimen serbio propuso la inmediata rendición.

 

Del otro lado del mundo, la dictadura militar cubana también se siente directamente aludida con la represión al régimen libio. La élite en el poder percibe como un peligro real cualquier ofensiva diplomática o militar que busque dar término a otra dictadura. Así que, ante la amenaza del advenimiento de la democracia en la nación norafricana, es más que probable que los oxidados lazos del anciano régimen militar cubano con sus cúmbilas libios se haya puesto en funcionamiento. La hipertrofiada red de inteligencia criolla debe haber recibido la orden urgente de ponerse las pilas y con sus fuentes de información e influencia internacional ayudar a Gadafi y a cuanto otro régimen totalitario esté pasando por semejante contingencia. Las diferencias culturales, religiosas o de matiz político no son obstáculo para ello. Lobos de una misma camada, a fin de cuentas sus gastados sistemas son relapsos al virus terminal de la libertad.


Blogueros alternativos, mal menor para los Castro

por Dr. Darsi Ferrer

 

28 de marzo de 2011

 

La Habana. La sorpresiva potenciación de la blogósfera alternativa protagonizada por las autoridades del régimen sorprende por lo insólito, pero no es casual, por detrás esconde un elaborado diseño de los órganos de la inteligencia. No es difícil dilucidar que se proponen desviar la atención de la comunidad internacional del verdadero foco de peligro, la oposición tradicional, la que gana espacio dentro de la sociedad plantando cara en el terreno. Evidentemente se trata de una maniobra para trasladar el rejuego político hacia la dimensión virtual, que en Cuba tiene un impacto popular limitado y controlable en términos generales.

 

Al reevaluarse los sucesos aparecidos durante los últimos meses en el panorama nacional se constata que, aunque aparentan cabos sueltos inconexos, en realidad constituyen componentes entrelazados del nuevo giro de la estrategia que aplica la élite para conservar el poder.

 

En ese enfoque, supuestamente de modo clandestino, se filtró en el Internet un video que muestra a un alto funcionario de la inteligencia cubana, especialista en tecnologías modernas, impartiendo una conferencia a oficiales del ministerio del interior, donde asegura que la principal guerra que ellos libran es contra los blogueros en el Ciberespacio, a los que describe como jóvenes que se expresan de una manera seductora, distanciados de la imagen poco atractiva de la oposición, y que igualmente sirven a los intereses del gobierno americano. Durante la conferencia el aludido militar incluso menosprecia la significación de la oposición como amenaza para la estabilidad del régimen.

 

También los medios de comunicación oficialistas dieron amplia cobertura a uno de los documentos revelados por WikiLeaks, en el que Jonathan Farrar, actual jefe de la Sección de Intereses de EEUU, informa al Departamento de Estado su criterio sobre la inoperancia de los líderes de la oposición, a los que cataloga de ancianos desconectados del interés de la población, y asegura que están más preocupados por obtener recursos que por realizar una labor coherente, además de mencionar la división que tienen entre sí. En el documento recomienda que sean priorizadas las potencialidades de los jóvenes blogueros, por la labor dinámica y eficaz que desempeñan dentro de la Isla.

 

Otra fase a considerar es el incremento de las acciones represivas de la policía política, las que recaen exclusivamente en el bando de la oposición. Los actos de repudio fueron retomados contra las Damas de Blanco y varios opositores que realizan actividades en las calles, como Reyna Luisa la madre del mártir Orlando Zapata Tamayo. Ha crecido el promedio de arrestos de opositores, entre ellos resaltan los casos de Guillermo Fariñas, Jorge Luís García Antúnez, Hugo Damián, entre otros. Ya ni siquiera son toleradas las reuniones de opositores dentro de las casas y aplican el método de arrestar a quienes se aventuren en esas actividades, lo que ha sucedido en reiteradas ocasiones con Cuesta Morúa, Leonardo Calvo, Juan Antonio Madrazo y otros líderes del Comité de Integración Racial, y no son los únicos. En cambio, los jóvenes de la blogósfera alternativa realizan encuentros con frecuencia, previamente anunciados en la red social Twitter, y hasta el momento no han padecido ningún tipo de interferencia a manos de la seguridad del estado.

 

En el show tragicómico “Las Razones de Cuba”, serie que en las últimas semanas exhibe la televisión nacional, enfatizan con toda intención la tesis de que la ciberguerra es hoy el verdadero desafío que afronta el gobierno cubano. En ese espacio televisivo se acusa a los vecinos del Norte de financiar a jóvenes internautas de la Isla, facilitarles las herramientas modernas que complejizan el determinante escenario bélico, y de alentarlos a la subversión.

 

A la laureada bloguera, Yoani Sánchez, la señalan como la comandante del nuevo ejército de mercenarios y, contrario al método de enfrentamiento habitual, resulta que la publicitan en uno de los citados programas de la serie con imágenes donde la Sra. Hilary Clinton halaga su labor, y otras que hacen referencia a la entrevista que le concediera el Presidente Obama, además de que aprovechan para atribuirle un financiamiento exterior de medio millón de dólares como premio a su trabajo subversivo en la red virtual. Aparejado a la intensificación de la campaña que busca desprestigiar a la intrépida bloguera, paradójicamente las autoridades del gobierno destrabaron el acceso a su blog, “Generación Y”, después de tener el sitio bloqueado durante los últimos años.

La reciente condena a 15 de cárcel del estadounidense Alan Gross, acusado por el gobierno cubano de atentar contra la soberanía e independencia nacional, por el mero hecho de repartir algunos teléfonos satelitales a miembros de la comunidad judía, refuerza el control oficial sobre las tecnologías modernas de las comunicaciones, ya que representa un fuerte mensaje para desestimular cualquier esfuerzo de introducir en el país esos equipos al margen de la autorización de los gobernantes. Además, contribuye a justificar la tesis del reforzamiento de la agresión de EEUU dirigida a destruir la “revolución” desde el campo cibernético.

 

El argumento más refinado al que echa mano la élite política es dejar entrever sus temores por el posible contagio en Cuba de las revueltas populares que sacuden el Norte de África y Medio Oriente, las que se desataron a través de las redes sociales y del Internet, y ya han provocado la caída de los dictadores de Túnez y Egipto, amenazan seriamente con derribar a Gadafi en Libia, mientras siguen su impulso en otras naciones de la región árabe.

 

No cabe duda de que existen muchas similitudes entre la desesperante situación existente en las sociedades musulmanas implicadas en la ola democratizadora y la realidad que soporta el pueblo cubano, a consecuencia del creciente colapso del régimen y la falta de libertades y derechos elementales. Realidad que eleva enormemente las probabilidades de que el efecto dominó llegue hasta el archipiélago antillano. Pero a diferencia de la región islámica, el vehículo de movilización social en Cuba no será el Internet ni las redes sociales, por su escasa presencia. Otro elemento jugará el rol de detonante y aglutinador cuando la población decida poner fin al medio siglo de totalitarismo.

 

Se reconoce la meritoria y admirable labor que realizan los blogueros alternativos. Son jóvenes que se desempeñan en el Internet con un lenguaje fresco, elevado dinamismo y creatividad. Sin embargo, se trata de un fenómeno elitista, que incluye a un pequeño grupo de personas con la capacidad y el conocimiento necesario en el manejo de los medios modernos de la tecnología, y la ingeniosidad de sortear las prohibiciones de acceder a la red de redes impuestas desde la oficialidad. En concreto, el trabajo de la blogósfera alternativa ha logrado alcanzar un impacto significativo hacia el exterior, por los logros de reconocidas figuras como Yoani Sánchez, Claudia Cadelo o Miriam Celaya, pero tiene menos connotación dentro del territorio nacional dadas las condiciones específicas del país, donde prevalece una marcada limitación y control en la distribución de las redes sociales y demás tecnologías de las comunicaciones. Restricciones que serán aún mayores una vez que se apruebe la anunciada Ley de Información.

 

Un claro ejemplo de lo anterior lo constituyó la convocatoria del “Levantamiento Popular en Cuba”, que fue lanzada a fines de febrero en la red social Facebook y recibió el apoyo de miles de internautas que se sumaron a la iniciativa en el sitio virtual. A pesar de ello ni siquiera un solo manifestante se presentó en el lugar de la protesta el día señalado, y menos del uno por ciento de la población de la Isla conoció, previamente o a posteriori, del masivo llamamiento propagandizado durante semanas en el Internet.

Los juegos de manipulación estratégica son resultado del quehacer de una reducida élite del aparato de inteligencia, que dispone de ilimitados recursos, enormes prerrogativas y un manifiesto desprecio por la población, además de estar preocupados por el creciente impacto del movimiento opositor entre los ciudadanos. Más, es importante comprender que esa élite no define el comportamiento de la maquinaria represiva, la que está limitada en su desarrollo, y su tendencia es a responder con los métodos de siempre; la represión de corte estalinista como mecanismo de control social. El patrón de la policía política cubana es muy similar al de Libia, Siria, Yemen, situación que los ubica en el bando de los candidatos a recibir condenas del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y de enfrentar una intervención militar de las naciones democráticas, en caso de cometer excesos en el atropello de civiles indefensos.

 

La reciente excarcelación de todos los prisioneros políticos del Grupo de los 75 y las actividades celebradas en todas las provincias del país en conmemoración del primer aniversario de la muerte de Zapata, son hechos trascendentales que reflejan el avance indetenible del movimiento opositor, en la lucha pacífica que sostiene en cada rincón del país por la libertad y la apertura democrática. Ese es el mal mayor que le quita el sueño al régimen.


domingo, 20 de marzo de 2011

Inacción de Occidente en Libia robustece a regímenes dictatoriales

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Dr. Darsi Ferrer

 

18 de marzo de 2011

 

La Habana. La ola democratizadora surgida de manera espontánea en las naciones árabes del norteafricano corre el riesgo de convertirse en una gran frustración y terminar sepultada por la pésima reacción de la comunidad internacional, especialmente de los EEUU, ante los lamentables sucesos que se desarrollan en Libia, donde todo parece indicar que el Coronel Gadafi logrará derrotar a los revolucionarios y conservar a sangre y fuego el control del poder.

 

Lo peor serán las predecibles consecuencias de este fracaso libertario. Los dictadores de todos los rincones tomarán ejemplo del esquema utilizado por el sanguinario dictador libio y aguardarán sedientos para aplastar por la fuerza cualquier intento de rebelión popular que aflore en sus países. Ya comprobaron que la administración Obama y demás gobiernos democráticos no pasan de la amenaza en sus débiles e inadecuadas respuestas ante flagrantes actos de genocidio contra poblaciones indefensas.

 

Para evacuar cualquier duda, basta comprobar que la monarquía de Bahréin imitó el uso de fuerzas mercenarias, y ahora cuenta con el apoyo en su territorio de efectivos militares llegados de Arabia Saudita y de Emiratos Árabes, apertrechados hasta los dientes y en plena capacidad de sofocar las masivas protestas populares.

 

Resulta tan perjudicial el retroceso en Libia que hasta Egipto y Túnez corren el riesgo de malograr sus incipientes procesos democráticos. Por una parte, los militares de ambas naciones podrían tomar lección y empecinarse en controlar el poder. Por otra, los regímenes dictatoriales y autoritarios de la región no permanecen impasibles ante la institucionalización de democracias en el contorno de sus países. Es muy probable que utilicen todos los medios a su alcance en el intento de desestabilizar ambas naciones recién liberadas.

 

Por lo demás, no debe extrañar que la Dinastía de los Kim se atreva, sin ninguna contemplación, a matar de hambre a más millones de coreanos. Tampoco sorprendería que el régimen militar de Myanmar responda con una violencia brutal frente a posibles rebeliones de su pueblo. Cómo dudar que los chinos opten nuevamente por aplastar con los tanques cualquier revuelta popular. Es que se puede hasta sospechar cuál será la reacción de Hugo Chávez cuando pierda las próximas elecciones presidenciales en Venezuela.

 

Por lo pronto, en Cuba los hermanos Castro ya incrementaron el uso de la represión para castigar a los opositores, retomaron los actos terroristas de repudio, y otra vez ordenaron que golpearan a las Damas de Blanco para impedirles que manifiesten de manera pacífica en la calle. Además, en plena actitud desafiante condenaron a 15 años de privación de libertad al estadounidense Alan Gross, anciano al que mantienen de rehén en la isla desde hace más de un año, y que después de dejarle pasar por el aeropuerto unos teléfonos satelitales, lo imputaron arbitrariamente por cargos contra la seguridad del estado, en un proceso penal amañado que no cumplió con las mínimas garantías judiciales.

 

El abandono del pueblo libio reforzará la virulencia de los sátrapas que ahora disponen de la fórmula aportada por Gadafi para resolver, sin grandes consecuencias, las rebeliones populares. Otra probable secuela de permitir que mueran en la cuna las esperanzas y claras oportunidades de libertad y democracia para las sociedades musulmanas del Medio Oriente, es que terminen atrapadas en brazos de grupos fundamentalistas que aparezcan como la alternativa de escape a sus actuales problemas.

 

Poco se espera en la gestión de los gobiernos europeos por lo habitual que resulta su tolerancia en relación con el despotismo de dictadores. El liderazgo de los EEUU dentro de las naciones democráticas lo compromete, entre otros desafíos, a la defensa global de las libertades y derechos fundamentales de los pueblos oprimidos por regímenes no democráticos. Tal vez Obama esté limitado por compromisos partidistas con la maquinaria demócrata, pero sin dudas es lamentable que en su actuar demuestre mayor preocupación por su imagen y futura reelección, que por estar a la altura de la enorme responsabilidad derivada de su cargo.


El ocaso de los caudillos carismáticos y las vanguardias revolucionarias

Dr. Darsi Ferrer

 

15 de marzo de 2011

 

La Habana. De repente, los viejos y seguros métodos de llegar al poder, meterlo en férreo puño y ahí envejecer y hasta donarlo como herencia familiar se han vuelto quebradizos, incluso pueden convertirse en la vía de terminar en el banquillo de los acusados de un tribunal.

 

Si alguien debe aprender algo sombrío de la alucinante rebelión popular que recorre el mundo árabe, son los déspotas y los que aspiraban a serlo en esta y otras áreas geopolíticas cuyo nombre no requiere pronunciarse. En los últimos meses se les puso el dado malo a esa corriente de exaltados oportunistas, caudillos carismáticos que realmente lo tuvieron fácil durante el siglo XX, en el que se reprodujeron hasta la saciedad. Esos que a nombre de una mítica “vanguardia revolucionaria” lo que buscan es entontecer a los pueblos, atrapar el poder y no soltarlo por el resto de sus vidas y, siempre en pos de la utopía, huir continua y tozudamente hacia delante por la estrecha y horrorosa vía de la ingeniería social.

 

En Túnez y Egipto les liquidaron las perspectivas vigentes y futuras a los indeseables dictadores. Los pueblos, hasta los más pobres y olvidados, les están arrancando la patente de la revolución que creían tan suya como los monarcas el derecho divino a regir. Los medios modernos de comunicación brindan las llaves para la emancipación. Horrorizados, los sátrapas que aún tienen su empleo descubren que Internet, las redes sociales, la TV por cable y los celulares, que ya forman parte inevitable de la fisonomía popular, no pueden ser controlados como querían. Y lo peor, según su cuenta, es que trasmiten el virus de la libertad y la democracia a una velocidad que espanta.

 

Si alguna vez la tan apurada frase “el final de la Historia” ha tenido un sentido palpablemente real e irrevocable, es en este presente donde la Humanidad toma realmente el destino en sus manos. Ya ningún pueblo tendrá como única opción aceptar como sus representantes a “vanguardias” ni caudillos iluminados con la “verdad” que arteramente se ofrezcan para sacarles las castañas del fuego. La modernidad les ha dado los instrumentos para lograrlo por sí mismos, y su buen sentido para elegir la democracia y las libertades, y no el totalitarismo y la intolerancia.


domingo, 13 de marzo de 2011

La revolución verdadera

por Darsi Ferrer
Observatorio de Análisis Político afiliado a la plataforma Consenso Cívico


10 de marzo de 2011

 

La Habana, Cuba.  Hasta hace muy poco, el esquema previsible que emergía con la palabra “revolución” generaba escepticismo y desconfianza en Occidente. Luego de dos siglos de convulsas explosiones sociales, luchas armadas fraguadas por minorías de grupos elitistas o, como las últimas experiencias latinoamericanas, resultado de gobernantes populistas instaurados en el poder por la vía democrática, el concepto de revolución a mediano y largo plazo ha sido relacionado con un cúmulo de efectos frustrantes en la casi totalidad de las experiencias universales.

Extremistas de lo que se denominaría convencionalmente “izquierda” o “derecha”, bajo denominadores raciales, de allanamiento social y, últimamente, de extremismo religioso, han lanzado a los pueblos esperanzados en cambios determinantes dentro del ruedo de utopías caladas por la ingeniería social y los diseños hegemónicos de un estrecho perfil clasista y explotador.

Desde la convulsa Revolución Francesa de 1789, pasando por la empobrecedora y férrea experiencia del totalitarismo moderno nacido en octubre de 1917 en la Rusia de Lenin, y concluyendo por un voraz Socialismo del Siglo XXI y sus engendros, el justiciero concepto ha sido deformado por la manipulación y la perversión de supuestos o verdaderos propósitos originales de la “vanguardia” promotora, que ha terminado por consolidarse como un esquema  de serio escepticismo ante cualquier acción convulsiva en favor de cambios en las inestables sociedades del mundo subdesarrollado.

Sin embargo, esta presunción acaba de sufrir un vuelco radical. Los últimos y vibrantes sucesos del Medio Oriente y Norte de África han traído a la palestra mundial una renovación del execrado concepto.

Luego de las sucesivas experiencias fallidas, la palabra revolución vuelve definitivamente a un inconfundible cause realmente popular, cohesionado por las herramientas modernas de las comunicaciones, las redes sociales y los conceptos libertarios y democráticos que son el legado norteamericano y de la cultura occidental.

Pero más que todo, porque al identificar como suyos la democracia, la libertad, los derechos humanos y el progreso en el sentido abierto y dinámico de Occidente, las denostadas Globalización y economía de mercado se han legitimado como los verdaderos instrumentos de triunfo hacia la modernidad y el desarrollo.

Con los reclamos de libertades, derechos y oportunidades de integración al progreso económico, queda demostrado que los pueblos árabes son protagonistas en el rescate del concepto verdaderamente popular de revolución. Lo asombroso y esperanzador es que la preferencia por los valores y principios globales de Occidente son su motor impulsor.

En esta ocasión la opción de futuro no fue secuestrada por el  tradicional método de una élite militante extremista cargada con propósitos utópicos, por el contrario, es resultado de la  libre elección de las poblaciones de países con bajo nivel de desarrollo y oprimidas por la bota de regímenes de permanencia autoritaria y con el estigma de estar condenadas a convertirse en pasto del extremismo islámico.

Quizás estos sucesos históricos que se desarrollan en las naciones árabes sean demasiado recientes como para que las sociedades occidentales puedan comprender en toda su dimensión qué es lo que está sucediendo. No obstante, urge tener en cuenta que los cambios que están protagonizando dichos pueblos a través de una vasta región geográfica, pese a que son a su imagen y semejanza, necesitan de un comprometido apoyo para que logren sostenerse y progresar.


La política global y la ola democratizadora

por Darsi Ferrer
Observatorio de Análisis Político afiliado a la plataforma Consenso Cívico


2 de marzo de 2011

La Habana, Cuba. Los valores democráticos occidentales están triunfando de la manera  menos prevista: por medio de la espontánea voluntad popular. ¡Y nada menos que en el mundo musulmán, donde politólogos, académicos y especialistas de inteligencia nos daban por verdad inamovible que éstas eran sociedades oscurantistas, limitadas por una fe religiosa totalmente lanzada a la intolerancia y la conquista de Occidente por vía violenta, en una especie de yihad eterna!

Toda esa visión de choque de las civilizaciones ha sido literalmente arrasada por una población islámica que, contra todas las apuestas de los expertos, piden democracia y libertades. Para nada demandan un régimen teocrático, una panda de ayatolas o una Ley de Sharia. No es la cerrazón social lo que reclaman, hartos de tanta que han tragado a pulso. Quieren la modernidad que propugna la cultura occidental.

En este contexto, los Estados Unidos, y en específico la Administración Obama, como nación líder de todo lo que esos pueblos en revolución espontánea exigen con su determinada presencia en las calles, deben emprender una política exterior decididamente guiada por la ética. Aún está presente el peligro de que los asesores e ingenieros políticos que tanto abundan desde que surgiera la Guerra Fría, emponzoñen las decisiones radicales que puedan tomarse ante una situación que se ha revelado como un auténtico viraje de la Humanidad hacia el progreso.

Aquí no han sido políticas gubernamentales, ni trabajos secretos de agencias de espionaje o el peso abrumador de un poder militar de gran potencia los que han decidido la transformación de una zona atrasada, reprimida por perennes gobiernos autoritarios y totalitarios, en un área donde se ha asomado la esperanza real de una vida mejor. Son los pueblos los que de manera relampagueante y decidida, poniendo los muertos y heridos, firmes ante amenazas, detenciones y represalias, están logrando ese verdadero portento de imponer la libertad y la soberanía popular convocados mediante un uso vibrante de las modernas tecnologías de comunicación.

El actual gobierno de los Estados Unidos debe tener muy presente ahora mismo que resultaría contraproducente reaccionar con vacilaciones ante esta nueva era liberadora. Lamentables ejemplos en el pasado demuestran las consecuencias nefastas de las perezas o cálculos cínicos ante episodios históricos que podían haberle dado un temprano vuelco al sufrimiento y represión de tantos millones de personas, como fueron el abandono del pueblo húngaro en 1956 y de Checoslovaquia en 1968, que les dio alas a los tanques soviéticos que aplastaron cruelmente la voluntad popular en ambas naciones.

También la comunidad internacional carga con el recuerdo de la masacre cometida por las autoridades de Beijing cuando sofocaron las protestas en la Plaza de Tiananmen en 1989, donde los tanques y tropas del ejército chino dispararon a mansalva contra una multitud de estudiantes y obreros desarmados que reclamaban mejoras de vida. Más recientemente, en 1994, ante los ojos del mundo ocurrió el genocidio en Ruanda, donde facciones de la etnia hutus asesinaron alrededor de medio millón de ruandeses tutsis y hutus moderados, mientras las fuerzas militares de la ONU se mantenían inmutables. Algo parecido sucedió en la antigua Yugoslavia a manos del ex presidente serbio Slobodan Milosevic, quien fuera apodado como el Carnicero de los Balcanes, por la limpieza étnica que protagonizó hasta que fue frenado por la tardía intervención militar de la OTAN.   

Incluso durante el 2009, cuando el pueblo y las instituciones hondureñas decidieron firmemente defender su democracia de una insolente invasión institucional del derrocado gobernante Manuel Zelaya, incentivado por el engendro subversivo de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), la administración de los Estados Unidos se dejó imponer la visión de esa pandilla y de entrada se sumó al aislamiento del pequeño país centroamericano que sólo defendía los mismos valores que hacen envidiable a la nación norteamericana. Por suerte, la sociedad hondureña soportó con firmeza la embestida internacional y logró por sí sola salvaguardar el Estado de Derecho.

Luego del reciente terremoto en Haití, otra vez las naciones integrantes del ALBA forcejearon para imponer allí el mismo patrón autoritario y destructor de los mecanismos democráticos que preconizan en sus países. La acción decidida de los EEUU mediante el despliegue de sus marines impidió que esos gobernantes liderados por el venezolano Hugo Chávez pudieran aprovecharse de la desgracia que asoló al empobrecido país caribeño, lo que fue un sano giro hacia la defensa de los valores institucionales que son los fundamentos de la cultura occidental.

Similar de cuestionable fue la pobre reacción internacional ante la represión del régimen teocrático de Irán que sofocó mediante el uso indiscriminado de la fuerza las masivas protestas ocurridas en junio del 2009, provocadas por el fraude en las elecciones presidenciales. Miles de iraníes se lanzaron a las calles para reclamar de modo pacífico la anulación del resultado oficial que dio como ganador a Mahmoud Ahmadinejad, mientras reconocían vencedor al candidato de la oposición Mir-Hossein Mousavi. La policía y grupos de paramilitares reprimieron sin contemplaciones y se calcula en varias decenas los muertos, además de miles los detenidos y agredidos físicamente en esas acciones.     

El caso más notorio por estos días es la situación en Libia, donde los disturbios generados en contra del régimen propiciaron que el coronel Muammar al-Gaddafi intentara aplastarlos ordenando el bombardeo indiscriminado de la población civil y contratando tropas de mercenarios que, junto a efectivos de sus fuerzas militares, han masacrado a miles de manifestantes. Los EEUU y algunos países europeos condenan el abominable genocidio y optan por la imposición de fuertes sanciones económicas, políticas y militares, en lo que países como Rusia y China apelan a la increíble sugerencia de una solución negociada sin la intervención de la comunidad internacional y llaman a la no injerencia. La dictadura de los Castro llega al punto de rechazar la expulsión del régimen libio del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.   

Ante los hechos que ocurren en las naciones árabes y su más que probable impacto en otras regiones geográficas, entre las que se encuentra Cuba y su impresentable régimen totalitario, los Estados Unidos deben desestimar toda toxina remanente de la perjudicial real politik que pueda quedar en sus cadenas ejecutivas y apostar por la voluntad libremente expresada por los pueblos, en todos los ámbitos donde surjan las mismas auténticas reclamaciones.

En este sentido, el discurso pronunciado hace unos días por la Secretaria Hilary Clinton es un hito muy alentador. Si el triunfo de la voluntad popular en Túnez y Egipto ha sido tan electrizante y estimulador en otros pueblos oprimidos como para hacerles tomar sus destinos en sus manos defendiendo los valores democráticos, como sucede hoy en Libia y otros países de la región islámica, el apoyo a esos pueblos debe concentrarse en darle los instrumentos tecnológicos que permitan que esa voluntad se vuelva más presente en cada minuto, y que reciban el decisivo apoyo de la comunidad internacional. Además, se debe conjugar la adopción de condenas y la aplicación de acciones que impidan la masacre de civiles indefensos. 

A la luz de la guerra de Irak y Afganistán,  y los significativos gastos en vidas y recursos que ha contraído la nación norteamericana por defender y consolidar el régimen democrático en esos países, la apuesta por fortalecer la sociedad civil mediante el inestimable apoyo tecnológico resultaría muy efectivo, menos costoso y más expresivo de la indiscutible voluntad popular para forjar nuevas realidades en las naciones no democráticas y deseosas de libertad.

Si hay algo que están demostrando los acontecimientos del Próximo y Medio Oriente es que los pueblos lo que más necesitan es de herramientas potenciadoras de la globalización para aspirar a modelos de democracia y plena soberanía. En manos del Occidente desarrollado está el satisfacer esos requerimientos.


Carta abierta al senador cubanoamericano Marcos Rubio

22 de febrero de 2011

La habana, Cuba

 

 

Distinguido Senador:

 

Su primera iniciativa legislativa en el Congreso federal ha sido un error. Es lamentable, pero no se puede calificar de otra manera patrocinar una enmienda que aísla más a la sociedad cubana. Y esto ocurre justo en el momento en que la política exterior de los EEUU está dando un vigoroso salto hacia delante, promoviendo la comunicación sin barreras como recurso imprescindible para la libertad de los pueblos.

 

Lo invitamos a que reflexione al respecto. Como una toxina postrera de la que se practicaba en esa Guerra Fría que acaba de recibir en la región del Magreb su tiro de gracia, quizá su alineamiento con una política caduca haya respondido a requerimientos de compromisos personales con el objetivo de reforzar su nueva curul.

 

Hasta ahora su nombre ha sido promovido como el primer norteamericano de origen latino con posibilidades presidenciables. Por su juventud y carisma no dudamos que pueda lograrlo, pero consideramos que no le favorece en ello el retraso de sus actuales concepciones estratégicas en pro de la democracia y las libertades.

 

Aunque estamos seguros que no es su propósito, con esta última acción de hecho obstaculiza la libertad del pueblo de donde proviene su estirpe. Eso hace doblemente penoso que, como resultante, usted pretenda consolidarse como un aliado de la política de aislamiento en que nos mantiene el gobierno cubano.

 

Esta acción suya se hace más anacrónica aún ante la ola libertaria, genuinamente popular, que recorre el mundo islámico del Próximo y Medio Oriente en pos del fin de los regímenes totalitarios y de los autoritarismos. El reciente discurso de la Secretaria Clinton hace énfasis en el compromiso del gobierno norteamericano con la defensa de los medios de comunicación y su acceso a todo el mundo.

 

Esta política nos toca muy de cerca y se hace eco de las palabras que pronunciara el Papa Juan Pablo II en la enorme plaza ante el pueblo vitoreante: “Que el mundo se abra a Cuba y que Cuba se abra al mundo”.

 

Reflexione usted, senador, y tenga bien presente que el escenario político internacional y el concepto de relaciones internacionales de la gran potencia que lo tiene a usted como uno de sus legisladores ahora marcha en la dirección de los tiempos que corren, y no a la inversa.

 

Esperamos que pueda sacar provecho de ello para su futuro y exitoso cometido. Nada nos llena de más orgullo que tener a un norteamericano hijo de cubanos en los más altos puestos de esa gran nación.

 

Saludos y Dios lo ilumine,

 

Dr. Darsi Ferrer 

Observatorio de Análisis Político afiliado a la plataforma Consenso Cívico


jueves, 24 de febrero de 2011

La masacre contra el pueblo libio merece una respuesta contundente

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Darsi Ferrer

 

24 de febrero de 2011

 

La Habana, Cuba. Las acciones genocidas emprendidas por el dictador Muammar al-Gaddafi contra el pueblo libio no pueden ser aceptadas bajo ningún concepto por Estados Unidos ni las naciones de Occidente en general. Los gobiernos democráticos están llamados a cumplir su rol de salvaguarda inclaudicable de los reclamos democráticos de los pueblos, sin permitirse la más mínima parálisis ni dubitación. 

 

Cualquier tibieza ante un hecho tan execrable es aprovechada por asesinos como Gaddafi y su pandilla para intentar detener, o por lo menos hacer pagar un costo horrible, a una sociedad indefensa que no posee armas para responder a la masacre de la que es víctima, atacada indiscriminadamente por fuerzas de la aviación, de artillería y tropas de mercenarios contratados para sembrar el terror.

 

Los Estados Unidos y Occidente deben dejar cualquier posible pasividad atrás y no temer los venenosos ataques de la izquierda internacional, calificándolos de “intervencionistas”, “imperialistas” y otras zarandajas del gusto de consumo de tantos idiotas. Por el contrario, están llamados a utilizar todo el poderío de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y detener a un tirano sangriento y enloquecido por perder el poder, dispuesto a exterminar a su propio pueblo en nombre del canallesco argumento de salvar la nación de un mítico caos que él ya está haciendo prevalecer con el mayor cinismo.

 

La OTAN perfectamente puede invadir el territorio libio y, con el menor costo posible para la población, darle un ultimátum previo de destrucción inmediata a los aviones y a la artillería de Gaddafi si intentan seguir masacrando a los manifestantes. No actuar de una manera decidida puede provocar que aumenten los daños humanos y materiales hasta un punto que se vuelva inmanejable la desesperada situación del país, transformándose el conflicto en una guerra civil de imprevisibles consecuencias para la inestable región.

 

El pueblo libio está reclamando pacíficamente el fin de una larguísima dictadura, y exigen la democracia y las libertades propugnadas una y otra vez por Estados Unidos y Occidente como valores insustituibles para la dignidad humana y el Estado de Derecho. Permitir que lo destroce a capricho un déspota ridículo y criminal como Muammar al-Gaddafi es una ignominia.

 

Viendo la lentitud de reacción de la comunidad internacional ante los gravísimos hechos del genocidio en Libia, a los cubanos se les vuelve más urgente repetir una pregunta clave: ¿qué puede esperar de ayuda el pueblo cubano frente a una situación semejante? Gaddafi y los hermanos Castro son tiranos totalitarios envejecidos en las mieles del poder.

 

No hay ninguna duda de la total falta de escrúpulos de los Castro para decidirse por una respuesta igual de cruel y salvaje a la que recibe ahora el pueblo libio de su sátrapa, si se envalentonan ante una débil respuesta de la comunidad internacional. Basta revisar los antecedentes de crueldad criminal que los caracteriza.

 

A estas horas salta una pregunta esencial, ¿estarían los cubanos condenados a ser ultimados impunemente en caso de que salgan a las calles a reclamar masivamente el fin de tan longeva dictadura en la isla? ¿Se quedarán mirándose las uñas los gobiernos democráticos, como cuando estaba en su apogeo una limpieza étnica en la antigua Yugoslavia, o durante las matanzas en Ruanda, Burundi y la Plaza de Tiananmen?

 

Lo que se juega en Libia no es sólo el exterminio de la población a mansalva por acción de un tirano testarudo. Es el futuro que avanza  en esta ola pacífica y democrática que recorre el mundo árabe y el resto del planeta. Otros tiranos pueden tomar valor de cualquier tibieza de las naciones líderes e intentar masacrar a sus pueblos para sostenerse en el poder. Este es un momento decisivo para la Humanidad, el que no debe ser traicionado por tejemanejes de política orillera.