domingo, 20 de marzo de 2011

Inacción de Occidente en Libia robustece a regímenes dictatoriales

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Dr. Darsi Ferrer

 

18 de marzo de 2011

 

La Habana. La ola democratizadora surgida de manera espontánea en las naciones árabes del norteafricano corre el riesgo de convertirse en una gran frustración y terminar sepultada por la pésima reacción de la comunidad internacional, especialmente de los EEUU, ante los lamentables sucesos que se desarrollan en Libia, donde todo parece indicar que el Coronel Gadafi logrará derrotar a los revolucionarios y conservar a sangre y fuego el control del poder.

 

Lo peor serán las predecibles consecuencias de este fracaso libertario. Los dictadores de todos los rincones tomarán ejemplo del esquema utilizado por el sanguinario dictador libio y aguardarán sedientos para aplastar por la fuerza cualquier intento de rebelión popular que aflore en sus países. Ya comprobaron que la administración Obama y demás gobiernos democráticos no pasan de la amenaza en sus débiles e inadecuadas respuestas ante flagrantes actos de genocidio contra poblaciones indefensas.

 

Para evacuar cualquier duda, basta comprobar que la monarquía de Bahréin imitó el uso de fuerzas mercenarias, y ahora cuenta con el apoyo en su territorio de efectivos militares llegados de Arabia Saudita y de Emiratos Árabes, apertrechados hasta los dientes y en plena capacidad de sofocar las masivas protestas populares.

 

Resulta tan perjudicial el retroceso en Libia que hasta Egipto y Túnez corren el riesgo de malograr sus incipientes procesos democráticos. Por una parte, los militares de ambas naciones podrían tomar lección y empecinarse en controlar el poder. Por otra, los regímenes dictatoriales y autoritarios de la región no permanecen impasibles ante la institucionalización de democracias en el contorno de sus países. Es muy probable que utilicen todos los medios a su alcance en el intento de desestabilizar ambas naciones recién liberadas.

 

Por lo demás, no debe extrañar que la Dinastía de los Kim se atreva, sin ninguna contemplación, a matar de hambre a más millones de coreanos. Tampoco sorprendería que el régimen militar de Myanmar responda con una violencia brutal frente a posibles rebeliones de su pueblo. Cómo dudar que los chinos opten nuevamente por aplastar con los tanques cualquier revuelta popular. Es que se puede hasta sospechar cuál será la reacción de Hugo Chávez cuando pierda las próximas elecciones presidenciales en Venezuela.

 

Por lo pronto, en Cuba los hermanos Castro ya incrementaron el uso de la represión para castigar a los opositores, retomaron los actos terroristas de repudio, y otra vez ordenaron que golpearan a las Damas de Blanco para impedirles que manifiesten de manera pacífica en la calle. Además, en plena actitud desafiante condenaron a 15 años de privación de libertad al estadounidense Alan Gross, anciano al que mantienen de rehén en la isla desde hace más de un año, y que después de dejarle pasar por el aeropuerto unos teléfonos satelitales, lo imputaron arbitrariamente por cargos contra la seguridad del estado, en un proceso penal amañado que no cumplió con las mínimas garantías judiciales.

 

El abandono del pueblo libio reforzará la virulencia de los sátrapas que ahora disponen de la fórmula aportada por Gadafi para resolver, sin grandes consecuencias, las rebeliones populares. Otra probable secuela de permitir que mueran en la cuna las esperanzas y claras oportunidades de libertad y democracia para las sociedades musulmanas del Medio Oriente, es que terminen atrapadas en brazos de grupos fundamentalistas que aparezcan como la alternativa de escape a sus actuales problemas.

 

Poco se espera en la gestión de los gobiernos europeos por lo habitual que resulta su tolerancia en relación con el despotismo de dictadores. El liderazgo de los EEUU dentro de las naciones democráticas lo compromete, entre otros desafíos, a la defensa global de las libertades y derechos fundamentales de los pueblos oprimidos por regímenes no democráticos. Tal vez Obama esté limitado por compromisos partidistas con la maquinaria demócrata, pero sin dudas es lamentable que en su actuar demuestre mayor preocupación por su imagen y futura reelección, que por estar a la altura de la enorme responsabilidad derivada de su cargo.


El ocaso de los caudillos carismáticos y las vanguardias revolucionarias

Dr. Darsi Ferrer

 

15 de marzo de 2011

 

La Habana. De repente, los viejos y seguros métodos de llegar al poder, meterlo en férreo puño y ahí envejecer y hasta donarlo como herencia familiar se han vuelto quebradizos, incluso pueden convertirse en la vía de terminar en el banquillo de los acusados de un tribunal.

 

Si alguien debe aprender algo sombrío de la alucinante rebelión popular que recorre el mundo árabe, son los déspotas y los que aspiraban a serlo en esta y otras áreas geopolíticas cuyo nombre no requiere pronunciarse. En los últimos meses se les puso el dado malo a esa corriente de exaltados oportunistas, caudillos carismáticos que realmente lo tuvieron fácil durante el siglo XX, en el que se reprodujeron hasta la saciedad. Esos que a nombre de una mítica “vanguardia revolucionaria” lo que buscan es entontecer a los pueblos, atrapar el poder y no soltarlo por el resto de sus vidas y, siempre en pos de la utopía, huir continua y tozudamente hacia delante por la estrecha y horrorosa vía de la ingeniería social.

 

En Túnez y Egipto les liquidaron las perspectivas vigentes y futuras a los indeseables dictadores. Los pueblos, hasta los más pobres y olvidados, les están arrancando la patente de la revolución que creían tan suya como los monarcas el derecho divino a regir. Los medios modernos de comunicación brindan las llaves para la emancipación. Horrorizados, los sátrapas que aún tienen su empleo descubren que Internet, las redes sociales, la TV por cable y los celulares, que ya forman parte inevitable de la fisonomía popular, no pueden ser controlados como querían. Y lo peor, según su cuenta, es que trasmiten el virus de la libertad y la democracia a una velocidad que espanta.

 

Si alguna vez la tan apurada frase “el final de la Historia” ha tenido un sentido palpablemente real e irrevocable, es en este presente donde la Humanidad toma realmente el destino en sus manos. Ya ningún pueblo tendrá como única opción aceptar como sus representantes a “vanguardias” ni caudillos iluminados con la “verdad” que arteramente se ofrezcan para sacarles las castañas del fuego. La modernidad les ha dado los instrumentos para lograrlo por sí mismos, y su buen sentido para elegir la democracia y las libertades, y no el totalitarismo y la intolerancia.


domingo, 13 de marzo de 2011

La revolución verdadera

por Darsi Ferrer
Observatorio de Análisis Político afiliado a la plataforma Consenso Cívico


10 de marzo de 2011

 

La Habana, Cuba.  Hasta hace muy poco, el esquema previsible que emergía con la palabra “revolución” generaba escepticismo y desconfianza en Occidente. Luego de dos siglos de convulsas explosiones sociales, luchas armadas fraguadas por minorías de grupos elitistas o, como las últimas experiencias latinoamericanas, resultado de gobernantes populistas instaurados en el poder por la vía democrática, el concepto de revolución a mediano y largo plazo ha sido relacionado con un cúmulo de efectos frustrantes en la casi totalidad de las experiencias universales.

Extremistas de lo que se denominaría convencionalmente “izquierda” o “derecha”, bajo denominadores raciales, de allanamiento social y, últimamente, de extremismo religioso, han lanzado a los pueblos esperanzados en cambios determinantes dentro del ruedo de utopías caladas por la ingeniería social y los diseños hegemónicos de un estrecho perfil clasista y explotador.

Desde la convulsa Revolución Francesa de 1789, pasando por la empobrecedora y férrea experiencia del totalitarismo moderno nacido en octubre de 1917 en la Rusia de Lenin, y concluyendo por un voraz Socialismo del Siglo XXI y sus engendros, el justiciero concepto ha sido deformado por la manipulación y la perversión de supuestos o verdaderos propósitos originales de la “vanguardia” promotora, que ha terminado por consolidarse como un esquema  de serio escepticismo ante cualquier acción convulsiva en favor de cambios en las inestables sociedades del mundo subdesarrollado.

Sin embargo, esta presunción acaba de sufrir un vuelco radical. Los últimos y vibrantes sucesos del Medio Oriente y Norte de África han traído a la palestra mundial una renovación del execrado concepto.

Luego de las sucesivas experiencias fallidas, la palabra revolución vuelve definitivamente a un inconfundible cause realmente popular, cohesionado por las herramientas modernas de las comunicaciones, las redes sociales y los conceptos libertarios y democráticos que son el legado norteamericano y de la cultura occidental.

Pero más que todo, porque al identificar como suyos la democracia, la libertad, los derechos humanos y el progreso en el sentido abierto y dinámico de Occidente, las denostadas Globalización y economía de mercado se han legitimado como los verdaderos instrumentos de triunfo hacia la modernidad y el desarrollo.

Con los reclamos de libertades, derechos y oportunidades de integración al progreso económico, queda demostrado que los pueblos árabes son protagonistas en el rescate del concepto verdaderamente popular de revolución. Lo asombroso y esperanzador es que la preferencia por los valores y principios globales de Occidente son su motor impulsor.

En esta ocasión la opción de futuro no fue secuestrada por el  tradicional método de una élite militante extremista cargada con propósitos utópicos, por el contrario, es resultado de la  libre elección de las poblaciones de países con bajo nivel de desarrollo y oprimidas por la bota de regímenes de permanencia autoritaria y con el estigma de estar condenadas a convertirse en pasto del extremismo islámico.

Quizás estos sucesos históricos que se desarrollan en las naciones árabes sean demasiado recientes como para que las sociedades occidentales puedan comprender en toda su dimensión qué es lo que está sucediendo. No obstante, urge tener en cuenta que los cambios que están protagonizando dichos pueblos a través de una vasta región geográfica, pese a que son a su imagen y semejanza, necesitan de un comprometido apoyo para que logren sostenerse y progresar.


La política global y la ola democratizadora

por Darsi Ferrer
Observatorio de Análisis Político afiliado a la plataforma Consenso Cívico


2 de marzo de 2011

La Habana, Cuba. Los valores democráticos occidentales están triunfando de la manera  menos prevista: por medio de la espontánea voluntad popular. ¡Y nada menos que en el mundo musulmán, donde politólogos, académicos y especialistas de inteligencia nos daban por verdad inamovible que éstas eran sociedades oscurantistas, limitadas por una fe religiosa totalmente lanzada a la intolerancia y la conquista de Occidente por vía violenta, en una especie de yihad eterna!

Toda esa visión de choque de las civilizaciones ha sido literalmente arrasada por una población islámica que, contra todas las apuestas de los expertos, piden democracia y libertades. Para nada demandan un régimen teocrático, una panda de ayatolas o una Ley de Sharia. No es la cerrazón social lo que reclaman, hartos de tanta que han tragado a pulso. Quieren la modernidad que propugna la cultura occidental.

En este contexto, los Estados Unidos, y en específico la Administración Obama, como nación líder de todo lo que esos pueblos en revolución espontánea exigen con su determinada presencia en las calles, deben emprender una política exterior decididamente guiada por la ética. Aún está presente el peligro de que los asesores e ingenieros políticos que tanto abundan desde que surgiera la Guerra Fría, emponzoñen las decisiones radicales que puedan tomarse ante una situación que se ha revelado como un auténtico viraje de la Humanidad hacia el progreso.

Aquí no han sido políticas gubernamentales, ni trabajos secretos de agencias de espionaje o el peso abrumador de un poder militar de gran potencia los que han decidido la transformación de una zona atrasada, reprimida por perennes gobiernos autoritarios y totalitarios, en un área donde se ha asomado la esperanza real de una vida mejor. Son los pueblos los que de manera relampagueante y decidida, poniendo los muertos y heridos, firmes ante amenazas, detenciones y represalias, están logrando ese verdadero portento de imponer la libertad y la soberanía popular convocados mediante un uso vibrante de las modernas tecnologías de comunicación.

El actual gobierno de los Estados Unidos debe tener muy presente ahora mismo que resultaría contraproducente reaccionar con vacilaciones ante esta nueva era liberadora. Lamentables ejemplos en el pasado demuestran las consecuencias nefastas de las perezas o cálculos cínicos ante episodios históricos que podían haberle dado un temprano vuelco al sufrimiento y represión de tantos millones de personas, como fueron el abandono del pueblo húngaro en 1956 y de Checoslovaquia en 1968, que les dio alas a los tanques soviéticos que aplastaron cruelmente la voluntad popular en ambas naciones.

También la comunidad internacional carga con el recuerdo de la masacre cometida por las autoridades de Beijing cuando sofocaron las protestas en la Plaza de Tiananmen en 1989, donde los tanques y tropas del ejército chino dispararon a mansalva contra una multitud de estudiantes y obreros desarmados que reclamaban mejoras de vida. Más recientemente, en 1994, ante los ojos del mundo ocurrió el genocidio en Ruanda, donde facciones de la etnia hutus asesinaron alrededor de medio millón de ruandeses tutsis y hutus moderados, mientras las fuerzas militares de la ONU se mantenían inmutables. Algo parecido sucedió en la antigua Yugoslavia a manos del ex presidente serbio Slobodan Milosevic, quien fuera apodado como el Carnicero de los Balcanes, por la limpieza étnica que protagonizó hasta que fue frenado por la tardía intervención militar de la OTAN.   

Incluso durante el 2009, cuando el pueblo y las instituciones hondureñas decidieron firmemente defender su democracia de una insolente invasión institucional del derrocado gobernante Manuel Zelaya, incentivado por el engendro subversivo de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), la administración de los Estados Unidos se dejó imponer la visión de esa pandilla y de entrada se sumó al aislamiento del pequeño país centroamericano que sólo defendía los mismos valores que hacen envidiable a la nación norteamericana. Por suerte, la sociedad hondureña soportó con firmeza la embestida internacional y logró por sí sola salvaguardar el Estado de Derecho.

Luego del reciente terremoto en Haití, otra vez las naciones integrantes del ALBA forcejearon para imponer allí el mismo patrón autoritario y destructor de los mecanismos democráticos que preconizan en sus países. La acción decidida de los EEUU mediante el despliegue de sus marines impidió que esos gobernantes liderados por el venezolano Hugo Chávez pudieran aprovecharse de la desgracia que asoló al empobrecido país caribeño, lo que fue un sano giro hacia la defensa de los valores institucionales que son los fundamentos de la cultura occidental.

Similar de cuestionable fue la pobre reacción internacional ante la represión del régimen teocrático de Irán que sofocó mediante el uso indiscriminado de la fuerza las masivas protestas ocurridas en junio del 2009, provocadas por el fraude en las elecciones presidenciales. Miles de iraníes se lanzaron a las calles para reclamar de modo pacífico la anulación del resultado oficial que dio como ganador a Mahmoud Ahmadinejad, mientras reconocían vencedor al candidato de la oposición Mir-Hossein Mousavi. La policía y grupos de paramilitares reprimieron sin contemplaciones y se calcula en varias decenas los muertos, además de miles los detenidos y agredidos físicamente en esas acciones.     

El caso más notorio por estos días es la situación en Libia, donde los disturbios generados en contra del régimen propiciaron que el coronel Muammar al-Gaddafi intentara aplastarlos ordenando el bombardeo indiscriminado de la población civil y contratando tropas de mercenarios que, junto a efectivos de sus fuerzas militares, han masacrado a miles de manifestantes. Los EEUU y algunos países europeos condenan el abominable genocidio y optan por la imposición de fuertes sanciones económicas, políticas y militares, en lo que países como Rusia y China apelan a la increíble sugerencia de una solución negociada sin la intervención de la comunidad internacional y llaman a la no injerencia. La dictadura de los Castro llega al punto de rechazar la expulsión del régimen libio del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.   

Ante los hechos que ocurren en las naciones árabes y su más que probable impacto en otras regiones geográficas, entre las que se encuentra Cuba y su impresentable régimen totalitario, los Estados Unidos deben desestimar toda toxina remanente de la perjudicial real politik que pueda quedar en sus cadenas ejecutivas y apostar por la voluntad libremente expresada por los pueblos, en todos los ámbitos donde surjan las mismas auténticas reclamaciones.

En este sentido, el discurso pronunciado hace unos días por la Secretaria Hilary Clinton es un hito muy alentador. Si el triunfo de la voluntad popular en Túnez y Egipto ha sido tan electrizante y estimulador en otros pueblos oprimidos como para hacerles tomar sus destinos en sus manos defendiendo los valores democráticos, como sucede hoy en Libia y otros países de la región islámica, el apoyo a esos pueblos debe concentrarse en darle los instrumentos tecnológicos que permitan que esa voluntad se vuelva más presente en cada minuto, y que reciban el decisivo apoyo de la comunidad internacional. Además, se debe conjugar la adopción de condenas y la aplicación de acciones que impidan la masacre de civiles indefensos. 

A la luz de la guerra de Irak y Afganistán,  y los significativos gastos en vidas y recursos que ha contraído la nación norteamericana por defender y consolidar el régimen democrático en esos países, la apuesta por fortalecer la sociedad civil mediante el inestimable apoyo tecnológico resultaría muy efectivo, menos costoso y más expresivo de la indiscutible voluntad popular para forjar nuevas realidades en las naciones no democráticas y deseosas de libertad.

Si hay algo que están demostrando los acontecimientos del Próximo y Medio Oriente es que los pueblos lo que más necesitan es de herramientas potenciadoras de la globalización para aspirar a modelos de democracia y plena soberanía. En manos del Occidente desarrollado está el satisfacer esos requerimientos.


Carta abierta al senador cubanoamericano Marcos Rubio

22 de febrero de 2011

La habana, Cuba

 

 

Distinguido Senador:

 

Su primera iniciativa legislativa en el Congreso federal ha sido un error. Es lamentable, pero no se puede calificar de otra manera patrocinar una enmienda que aísla más a la sociedad cubana. Y esto ocurre justo en el momento en que la política exterior de los EEUU está dando un vigoroso salto hacia delante, promoviendo la comunicación sin barreras como recurso imprescindible para la libertad de los pueblos.

 

Lo invitamos a que reflexione al respecto. Como una toxina postrera de la que se practicaba en esa Guerra Fría que acaba de recibir en la región del Magreb su tiro de gracia, quizá su alineamiento con una política caduca haya respondido a requerimientos de compromisos personales con el objetivo de reforzar su nueva curul.

 

Hasta ahora su nombre ha sido promovido como el primer norteamericano de origen latino con posibilidades presidenciables. Por su juventud y carisma no dudamos que pueda lograrlo, pero consideramos que no le favorece en ello el retraso de sus actuales concepciones estratégicas en pro de la democracia y las libertades.

 

Aunque estamos seguros que no es su propósito, con esta última acción de hecho obstaculiza la libertad del pueblo de donde proviene su estirpe. Eso hace doblemente penoso que, como resultante, usted pretenda consolidarse como un aliado de la política de aislamiento en que nos mantiene el gobierno cubano.

 

Esta acción suya se hace más anacrónica aún ante la ola libertaria, genuinamente popular, que recorre el mundo islámico del Próximo y Medio Oriente en pos del fin de los regímenes totalitarios y de los autoritarismos. El reciente discurso de la Secretaria Clinton hace énfasis en el compromiso del gobierno norteamericano con la defensa de los medios de comunicación y su acceso a todo el mundo.

 

Esta política nos toca muy de cerca y se hace eco de las palabras que pronunciara el Papa Juan Pablo II en la enorme plaza ante el pueblo vitoreante: “Que el mundo se abra a Cuba y que Cuba se abra al mundo”.

 

Reflexione usted, senador, y tenga bien presente que el escenario político internacional y el concepto de relaciones internacionales de la gran potencia que lo tiene a usted como uno de sus legisladores ahora marcha en la dirección de los tiempos que corren, y no a la inversa.

 

Esperamos que pueda sacar provecho de ello para su futuro y exitoso cometido. Nada nos llena de más orgullo que tener a un norteamericano hijo de cubanos en los más altos puestos de esa gran nación.

 

Saludos y Dios lo ilumine,

 

Dr. Darsi Ferrer 

Observatorio de Análisis Político afiliado a la plataforma Consenso Cívico