lunes, 17 de enero de 2011

El futuro esplendoroso de Cuba sin los Castro

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Darsi Ferrer

10 de enero de 2011

La Habana, Cuba.  El tiempo es el padre de la verdad, reza un viejo refrán inglés, y ya es tiempo suficiente para no seguir viviendo y creyendo como destino una mentira.


El régimen de los hermanos Castro ha sido exitoso en convencer a los cubanos, y al mundo, de su estrecha y tenebrosa visión del futuro de la isla. De modo incansable deforman las perspectivas personales y de pueblo. Lucran con el mensaje de una lúgubre e inamovible imagen de porvenir macabro, una especie de decadente destino manifiesto y, sobre todo, la proyección de una sombría y aburridísima visión fatalista, que se sustenta en enervar sentimientos de extremo rencor, violencia, rechazo y pesimismo.


Esa casta militarista de ineptos mandones, anquilosada en el poder desde hace más de medio siglo, se presenta como la única solución posible no ya de vida, sino de supervivencia atroz. Igual al guión de otros regímenes totalitarios, anuncian con dramatismo el final indescriptible si no se continúa trillando el sendero de miseria por donde conducen al rebaño. Otra opción, es decir, que el pueblo decida por sí mismo y no por lo que atosigan desde sus perennes e inalcanzables tribunas, sería enfrentar un abismo insondable de desgracias y hasta la desaparición de la nación, vociferan sin coto.


El mensaje aterrador parece tomar cada vez más presencia en las vidas de los cubanos que lo sufren, máxime con las medidas brutales de choque que ya se están aplicando a un nivel de vida de magra supervivencia diaria, sin que a los perpetradores les importe todo lo que esto provoca de vicisitud, mayor empobrecimiento, miseria y represión en los sobrecogidos habitantes de la isla.


Pretenden que esa manera de ver la realidad termine transformándose en algo cada vez más cotidiano y hasta cultural. Y persisten en la infamia de endilgarle a la sociedad el sentimiento de constante culpa, haciéndola responsable de su propia miseria. Han convertido en insufrible rutina el sometimiento de la población mediante el despótico uso de sorpresivas encerronas de leyes draconianas que aplican para sus emboscadas represivas.


La última sesión de la Asamblea Nacional da la descarnada pauta de toda esta perversa estrategia criminal y abusiva. El abismo bordeado que describió el gobernante Raúl Castro en su discurso tremebundo, parece ribeteado del Apocalipsis inminente que el Caudillo mayor aun martillea con inconexos textos desde su irreversible decadencia.


En lamentable asistencia de lacayo, otro envejecido aparatchnik con baldón de diputado nacional, hasta proclamó que el desastre cada vez mayor al que ellos mismos nos abocan “es la última oportunidad de salvar el esfuerzo de varias generaciones”. Y no se le raja la garganta al decirlo, como si no bastara con mirar el entorno para con tristeza tener constancia de que ese esfuerzo generacional, que desde el mismo próspero principio acompañó a la República hace ya más de cien años, fue despilfarrado con creces y sin escrúpulos por los que dicen defenderlo sin relevo posible. 


La combativa oposición pacífica, lo mismo dentro que fuera del país, pese a su rechazo a la dictadura y del duro sufrimiento que le ha significado una lucha tan desigual por democratizar la nación, también ha terminado siendo víctima de este mensaje horrendo. Lamentablemente, y lo decimos con verdadero dolor, se ha limitado a criticarlo, denunciarlo, pero no ha sido capaz de ofrecerse y entregar a todos otra visión perspectiva, y convincentemente atractiva de nuestra patria, del futuro de libertad y derechos que merece la sociedad.


En un cúmulo de conflictos provocados por la brutal y despiadada represión, mezquinas ambiciones personales y la falta de un propósito nacional aunador, aunque también con sobradas virtudes, la oposición no ha logrado sustraerse al escenario de aparente destino inamovible con que machaconamente la dictadura se ha dedicado a intoxicar y paralizar las fuerzas renovadoras de la sociedad. El exilio o la desesperanza por lo general han sido las soluciones más recurridas.
Ni siquiera la joven generación de blogueros, periodistas independientes y nuevos contestatarios ha escapado de esta mala influencia. Su mensaje fresco, dinámico y rebelde, pese a estar a caballo de una audaz modernidad tecnológica que ha sido y es muy efectiva para difundir por el mundo la voz de los que no están conformes, tristemente no supera los estrecho límites prefijados por el régimen castrista para el escenario nacional. Como el de la maltratada oposición que resiste durante años, siempre a la zaga de las acciones del vetusto régimen, criticando sus desmanes, lamentando la vida que se lleva y advirtiendo más desastres.


Digámoslo sin embragues: todos los que deseamos el bien de la nación hemos sido quejosos, plañideros y depresivos, sin darnos ni ofrecer un aliento alegre y concreto de la Cuba que podemos ser.


Es cierto que la denuncia de los crímenes de la dictadura y de la violación de los Derechos Humanos es impostergable. Pero no podemos limitarnos a eso. Reconozcamos que toda la tétrica bobería que arma está agotada etapa histórica que se rehúsa a acabar de desaparecer ha podido avanzar hasta este punto sublimado de apoteosis apocalíptica porque nos hemos dejado imponer la visión de hecatombe inminente del destino que nos han designado.


No estamos ofreciendo a nuestro pueblo, al mundo, a nosotros mismos, un escenario diferente, real y convincente, la Cuba futura que queremos y que todos llevamos como esperanza en lo más profundo del corazón. Pertenecemos a una tierra bendecida y pletórica de potencialidades y oportunidades para todo ¿Acaso es válido pensar que no la merecemos?


Pero lamentablemente no se ha creado este mensaje, esa propuesta que haya captado la esperanza y el entusiasmo de la confundida masa del pueblo. Quizá el error esté en no habernos convencido los que alzamos nuestra voz inconforme del propio sueño de progreso y desarrollo basado en la libertad y el derecho. Tal vez esta falta de convicción, aplastada por la persecución brutal, sobrecogida por la amenaza o la efectiva sanción de años de prisión, no es capaz de hacer saltar la chispa de esperanza en nuestros asustados compatriotas, ya sean víctimas o victimarios.


Lo primero que tenemos que estar seguros es que nuestra Cuba no va a ser un nuevo y desagradable competidor, un obstáculo para el desarrollo y progreso de la región. Debe trabajarse intensamente por borrar la mala impronta de esa visión de amenaza velada creada durante medio siglo de ejercicio castrista, de esa robusta imagen de un estado obsesamente camorrista y subversivo que siempre intenta dominar y perjudicar los destinos de los pueblos del Continente, y que a su vez padece de un eterno lastre geográfico por la vecindad con el "monstruo del Norte". Expulsemos toda esa fanfarria desatinada y tramposa.


Los arrolladores avances tecnológicos de las comunicaciones, esos de los que el presente sistema represivo ha intentado inútilmente aislarnos, una vez sin obstáculo de acceso nos darán el vehículo de modernidad necesario para integrarnos con rapidez y dinámica a la corriente civilizadora y de progreso de la globalización. Y si levantamos nuestra mirada podremos ver que a escasos centímetros de nuestro cielo se encuentra la sombrilla tecnológica más desarrollada del planeta.


Para cambiar el rumbo lo más importante, lo verdaderamente determinante es que cada uno se atreva a desembarazarse de esa imagen de nación condenada y descubra dentro de sí el deseo imperioso de una Cuba para nosotros, una casa que queramos hacer cada vez más bonita y acogedora y que nos embriague de deseos de vivir en ella, no de huir derrotados, buscando vida en el extranjero. Este es nuestro país y va a serlo mucho más en un futuro.


Para este sueño de bienestar y progreso posibles, todos los cubanos, absolutamente todos, debemos abrir nuestra imaginación, debemos largar la cotorra repetidora de sandeces de nuestro espíritu  y liberar el sinsonte criollo de vibrante trino para que despliegue su alegre vuelo. Tenemos que convencernos y convencer a nuestros aprensivos vecinos que nuestra geografía insular, nuestra naturaleza de llave del Golfo, una vez librados del sudario totalitario que ahora nos limita, va a ser una bendición para la economía, la cultura y el avance del área y hasta del Hemisferio.


Concretamente, antiguos proyectos de desarrollo geográfico que fueron abandonados por el espejismo ideológico hace más de medio siglo, continúan siendo vigentes, sobre todo por la capacidad de enlazarnos con esa área que nos teme y demostrarles lo beneficiosos  que podemos ser para sus países. Recuérdese el proyecto de enlazar Key West con La Habana por una línea de ferris y, a través de Pinar del Río, con Cancún. La moderna ingeniería que transforma  radicalmente al mundo con proyectos osados va a permitirnos ser una oferta muy atractiva de trabajo y audacia tecnológica, haciendo un enlace permanente entre las tres orillas: las del territorio norteamericano, el cubano y el mexicano, uniendo en firme los tres países y dando una fenomenal vía de acceso de toda la muy poblada y rica costa atlántica del Continente Norte al turismo y desarrollo general cubano, mexicano y centroamericano.


Otro proyecto podría ser retomar la construcción del Canal de Matanzas, el que enlazaría las aguas del Mar Caribe con las del estrecho de la Florida. El viejo fantasmón de la nación dividida por un canal no puede asustarnos a estas alturas, estando de vuelta de todos los nacionalismos paralizadores. Un proyecto como este, fácil  de ejecutar en muy poco tiempo, permitiría atraer el paso por el mismo de las muy abundantes rutas de navegación con carga de América del Sur. Sería una oferta muy atractiva pues ahorraría más de cien millas de trayecto marítimo alrededor de Cuba, en dirección hacia los dinámicos puertos de destino del sur de los Estados Unidos. El cobro de modestas franquicias de paso y el desarrollo paralelo de todo tipo de servicios a todo lo largo de la ruta del canal darían enormes posibilidades de empleo y negocios permanentes.


Las regiones orientales de nuestro país también tendrían su oportunidad haciendo uso de ese espíritu de desarrollo del enlace regional como fuente de riqueza. El progreso que traería para esa región cubana al enlazarla abierta y firmemente con Haití, República Dominicana y Puerto Rico serviría de puente geográfico para el gran mercado norteamericano. Sería el primer paso para más adelante conectar las grandes Antillas con las menores, fortaleciendo de manera concreta la unión y desarrollo pujante del área del Caribe.


Estas propuestas sin duda pueden ser mejoradas y más que seguramente superadas por la iniciativa, creatividad y la pujanza que los cubanos de todo el mundo puedan sentirse llamados a ejercer en un país más suyo de lo que lo fuera nunca. Pero, y lo repetimos muy seriamente, para que eso sea una realidad cada vez más cercana, lo primero que hace falta es quitarse la dictadura de la mente y del alma. Y lo debemos hacer sin dudar.


El sistema que nos oprime es un tejido extinto y fétido que está intentando resistirse a la fuerza de gravedad que se lo está llevando a la tumba. No debemos permitirle dejarnos de forzada herencia esta lobreguez de espíritu, esa sentencia de exclusión y miseria de por vida. Somos tremendamente occidentales, modernos, alegres y emprendedores. Pensemos con amplio optimismo en nosotros y en el país que queremos, y seremos capaces de trasmitirles esa esperanza a nuestros hermanos en cualquier parte del mundo.


La nefasta Cumbre Iberoamericana de Mar del Plata, 2010

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Darsi Ferrer

 

3 de enero de 2011

 

La Habana. La exclusión del gobierno de Honduras en la última Cumbre Iberoamericana arroja serias dudas sobre el carácter democrático de ese marco regional, donde se aceptó la arbitraria decisión de dejar fuera a un gobierno elegido soberanamente en las urnas. De modo paradójico, no hubo ningún reparo en la participación de la delegación cubana, que representa a la única dictadura militar del Hemisferio, y su gobierno en más de medio siglo jamás se ha sometido a elecciones libres, prohíbe el multipartidismo, reprime toda manifestación de libertad de prensa y encarcela a sus disidentes políticos. 

 

Detrás de esta pertinaz ojeriza, que contó con el beneplácito y responsabilidad de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como representante del país anfitrión, se percibe la perniciosa labor de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), engendro subversivo fraguado en las cocinas de la inteligencia cubana y subvencionada por los dividendos del petróleo de Venezuela. Este instrumento de intervención político militar aunque demuestra estar en franco declive ante la pérdida de buena parte de su credibilidad, luego de los rotundos fracasos en los intentos subversivos e injerencistas que experimentó primero en Honduras y más recientemente en Haití, aún persiste y logra deformar el carácter democrático del Continente, al influir decisivamente para convertir a la república de Honduras en un paria.

 

Los argumentos utilizados para la exclusión del hermano país centroamericano en el cónclave regional son una distorsión de los hechos allí acaecidos. Fue precisamente el jerarca venezolano, Hugo Chávez, quien alimentó las ambiciones de poder del entonces presidente Manuel Zelaya, iluso al que convenció de que recibiría el apoyo político y financiero del ALBA y de los gobiernos de izquierda de la región, en su intentona inconstitucional de perpetuarse en el poder. La actuación rápida y decidida de los poderes civiles y militares hondureños logró frenar la pretendida vulneración del Estado de Derecho. Por ello, Honduras y su pueblo recibieron de inmediato el impacto de la furia del ALBA y sus satélites políticos.

 

Pese al desempeño ordenado y consecuente con la ley de su nación, las autoridades provisionales fueron acosadas y aisladas durante un año. Los hechos y resultados palpables en el país desmintieron que la acción tomada contra Zelaya fuera uno de los tradicionales golpes militares tan a la usanza en el Continente hasta hace unos pocos años. El presidente interino, Roberto Micheletti, anunció de inmediato sus intenciones de convocar elecciones multipartidistas en seis meses. Sin embargo, sufrieron acusaciones y acosos, embargos comerciales y financieros, acciones y presiones injerencistas por parte de gobiernos del área. Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Cuba y Brasil se comportaron tan imperial y arrogantes con una nación hermana como históricamente han acusado a la política exterior de los Estados Unidos. 

 

Además de crearse un frente cerrado de condena y marginación al gobierno emergente de Honduras, calificándolo de golpista, el infundado repudio fue tan sospechosamente coordinado que al principio arrastró hasta a otros países democráticos de Occidente, los que apoyaron el rechazo continental. Sólo a medida que se fueron conociendo las circunstancias y la masiva respuesta del pueblo de Honduras, contraria al destituido Zelaya y de apoyo al nuevo gobierno provisional, fue que poco a poco estas naciones democráticas abandonaron posiciones tan apresuradas y extremas para asumir un prudente compás de espera ante los acontecimientos.

 

Y la comunidad internacional fue testigo de que el gobierno provisional de Honduras cumplió su palabra. Sus elecciones multipartidistas fueron inusualmente masivas, transparentes, observadas internacionalmente y los resultados aceptados por la opinión pública. Sin embargo, las fuerzas antidemocráticas que se proclaman campeonas del orden constitucional persisten en negarle el reconocimiento a esa expresión de libre voluntad de los hondureños.

 

 ¿Tiene el ALBA y compañía el derecho a decirle al pueblo de Honduras quién debe gobernarlos? ¿Quién mejor que los propios hondureños para determinarlo? Olímpicamente se olvida que la salida electoral ha sido aceptada por la comunidad internacional como la solución usual y menos traumática a las crisis dejada por otros recientes casos de turbias demociones, como fueron las de Jamid Mahuad y Lucio Gutiérrez en Ecuador, la de Sánchez de Losada en Bolivia o De la Rúa en Argentina. Con estos antecedentes regionales, ¿por qué es refrendado en la Cumbre Iberoamericana este empecinamiento en mantener fuera a la legítima representación de Honduras?

 

Como presidenta del país anfitrión del evento, la presidenta Kirchner es la máxima responsable de este desafuero de Argentina. Resulta inconcebible que en la Cumbre Iberoamericana se rechace la participación de una nación hermana, que cumple los estándares democráticos de respeto a la soberanía y voluntad popular. Más cuando al mismo tiempo se acepta como par, y con extraordinario beneplácito, a un régimen militar, ilegal y abusivo de todos los derechos humanos como el gobierno de Cuba.

 

Ante esta contradictoria realidad, el documento final aprobado en la Cumbre refleja una colosal hipocresía y en particular una burla hacia el pueblo cubano. Además de la resolución de condena al embargo americano, los asistentes se comprometieron en el no reconocimiento de cualquier gobierno del área que emerja como resultado de un golpe civil o militar. En estos planteamientos hay un evidente y descarnado doble rasero. Los cubanos no desean ser gobernados por una dictadura como la de los hermanos Castro. Aspiran a una transición pacífica, gradual y segura hacia la democracia. Pero a la luz de las conclusiones aprobadas por la Cumbre de Mar del Plata, en caso de sucederse un golpe de estado en Cuba, ¿la comunidad de gobiernos del área actuaría del mismo modo como lo ha hecho con Honduras? Y de presentarse una transición hacia la democracia, a semejanza de la ocurrida en el fenecido Campo Socialista, ¿presionarían brutalmente para que los Castro fueran restituidos en el poder como los verdaderos representantes del pueblo cubano?

 

Los gobiernos de Costa Rica, Panamá, Perú, Chile, España y otros, pese a su comportamiento alejado del retrógrado y manipulador grupo en torno al ALBA, se dejan presionar y han aceptado la injusticia cometida con Honduras. Y con esa errática política han terminado por institucionalizar la ilegitimidad democrática a nivel regional.


En este tipo de coyuntura, ¿qué podrá sacar en limpio a favor de su pueblo la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, que en el presente sufre la injustificada agresión y despojo a manos del gobierno de Nicaragua, sin que los países latinoamericanos se movilicen en contra del desafuero como lo hicieran con el gobierno hondureño?

 

El hermano pueblo de Venezuela, ¿encontrará algún amparo en los gobiernos iberoamericanos ahora que Chávez desconoce deliberadamente el Estado de Derecho? Al peor estilo de su mentor Fidel Castro, tan sólo esperó a retornar de Mar del Plata para radicalizar el desmembramiento de la democracia venezolana. Aunque su actuar anticonstitucional constituye un verdadero golpe de estado dirigido a secuestrar el poder, no se escucha una sola condena ni rechazo de parte de los flamantes mandatarios de la región.  

 

Es alarmante que el resentimiento acumulado por los gobiernos latinoamericanos de corte izquierdista tenga tanto peso como para aplicarle medidas de ostracismo de nivel continental a un país como Honduras, pequeño y sin recursos. No se ha  tenido en cuenta esto, ni que los hondureños supieron solventar con firmeza democrática los rezagos de una crisis nacional provocada por el intervencionismo del ALBA. En ese país no gobierna una junta militar ni civil surgida del operativo militar que depuso al aspirante a dictador Zelaya. Y se ratifica el hecho de que los poderes públicos elegibles de esa vilipendiada nación centroamericana están ocupados por funcionarios salidos de elecciones libres, multipartidistas e impolutas.

 

Por tanto, y en lo particular para los cubanos que sufren un régimen castrista y antidemocrático, la exclusión de Honduras de la comunidad latinoamericana establece un nefasto precedente. La justa causa libertaria sostenida por los demócratas de la Isla no debe aspirar a la solidaridad de los gobiernos de Iberoamérica, no si insisten en practicar una abusiva discriminación con los pueblos que defienden su soberanía. Esta es una penosa realidad a tener en cuenta.


domingo, 2 de enero de 2011

El despotismo en Bielorrusia y la aspiración democrática de la sociedad cubana

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Darsi Ferrer

 

29 de diciembre de 2010

 

La Habana. Situada en la periferia de una Europa oriental que en su mayor parte ya ha avanzado dentro del estado de Derecho, la fragilidad de la institucionalidad bielorrusa llega a un punto crítico. La tensión social se disparó luego de que volviera a salir “reelegido” Presidente Anatoli Lukashenko, después de ocupar el cargo por casi veinte años.

 

El último sufragio, al igual que los anteriores, ha estado matizado por protestas masivas en denuncia de acciones fraudulentas y la brutal represión de las autoridades. Esta constante en la falta de trasparencia de los comicios y su reiterada permanencia en el poder, reafirman la convicción de que Lukashenko es un simple y brutal dictador.

 

Pero hay que valorar que tal desprecio por el estado de Derecho no ocurre en solitario. No se puede ignorar el peso que tiene el vecino gigante ruso. De hecho, el nefasto resultado de las recientes elecciones en Bielorrusia reafirma que la geopolítica de hegemonía en zonas de influencia zarista-estalinista no murió con la URSS.

 

La tenebrosa sombra de Putin, que parece continuar siendo el Zar político, deja mucho que pensar sobre la evolución de la democracia Rusa. Realidad que se manifiesta desde la conformación de la joven república de Rusia, luego de la desintegración del imperio soviético, que muy pronto se aventuró a realizar acciones como la ocupación militar y “limpieza étnica” de Chechenia y la posterior invasión a Osetia del Norte.

 

De hecho, ningún país ex-soviético hace una política completamente independiente al visto bueno de Moscú sin atenerse a la posibilidad de desagradables consecuencias. De modo similar a otros comunistas reciclados que ejercen satrapías permanentes en los llamados “Stanes” (Turkmenistán, Tayikistán), el desafiante Lukashenko cuenta con total visto bueno de los poderes rusos para reacomodarse en el poder.

 

Son evidentes las ventajas que ofrece un aliado fiel y enemigo de las libertades en la silla presidencial de un país que bordea Polonia y los pujantes países bálticos. Le permite al régimen imperial del Kremlin cubrirse de la peligrosa influencia democrática que irrumpe de una Europa Occidental triunfante en la Guerra Fría.

 

Además, para la mentalidad agresiva y militarista Rusa, sostener un estado tapón aliado les otorga un margen territorial defensivo que los cubre de la creciente influencia de la OTAN, como se refleja con la inclusión en el Pacto militar de Polonia y República Checa, y la posibilidad de que se extienda a esos territorios el Escudo de Defensa Antimisiles promocionado por los Estados Unidos.

 

La oposición cubana coincide con los mismos anhelos de justicia, libertad, democracia y progreso al que aspiran para su país los opositores al régimen de Lukashenko. Por tanto, su lucha pacífica contra el continuismo y por el respeto a la democracia es idéntica a la que emprenden a diario los cubanos de bien.

Ellos sufren el mismo despotismo que nosotros. Solidarizarnos con los reclamos de justicia y libertad de los demócratas bielorrusos constituye una alianza natural y manifiesta por llevar también a la palestra nuestros propios reclamos democráticos.


La sucesión, verdadero dilema de la élite gobernante en Cuba

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Darsi Ferrer

 

28 de diciembre de 2010

 

La Habana. En las últimas semanas la jerarquía política echó a rodar una agitada campaña que responde a supuestas reformas en la economía nacional, las que serán adoptadas en el breve plazo acorde a un número de lineamientos ya elaborados y pendientes de ratificación. Aunque esa acción provocó un enorme revuelo en la opinión pública, para nada representa el desafío crucial de la pandilla encabezada por los hermanos Castro, cuyo verdadero dilema es legitimar la sucesión dinástica para garantizar la continuidad del Sistema.

 

Si revisamos la historia veremos que los regímenes totalitarios se buscan y se sugestionan mutuamente. Así, Hitler se inspiró en el Gulag soviético para desarrollar un terso sistema de campos de concentración para sus enemigos políticos y víctimas raciales. A su vez, Stalin admiró el exitoso y feroz proceso de purga iniciado por Hitler contra su propio Partido y se lanzó en mayor escala a un masivo exterminio de enemigos reales e imaginarios extraídos en su mayoría del Partido Bolchevique, el Ejército, la policía política y la aterrorizada población de la por entonces pujante URSS.

 

Asimismo, el salvaje régimen de extermino de los Khemer Rouge en Kampuchea no fue más que una imitación concisa, y en una escala más feroz, de la Revolución Cultural convocada por Mao Tse Tung en China, la que se calcula llevó a la tumba a unos 40-60 millones de personas.

 

En Cuba las imitaciones de este tipo, aunque felizmente frustradas en todas sus posibilidades por elementos tan dispares como una cultura occidental, estar geográficamente situados en medio de América y existir limitaciones en la disposición de recursos, territorios y personas, no dejan de provocar daños y sufrimientos en la población y la riqueza del país.

 

La casi reciente purga en el cuerpo de funcionarios de primera línea (Carlos Lage, Pérez Roque, entre otros), los que se suponía eran el relevo natural de los actuales gobernantes, o por lo menos esa siempre fue la promesa que les hicieron, demostró que más allá de las apariencias el núcleo duro del poder nunca los tomó en serio para el diseño sucesorio real. Y si a esa Guardia Talibán, luego de acometer cuanta barbaridad les fuera encomendada, la sacaron del juego con las más onerosas calificaciones de infidelidad… ¿qué queda? ¿A quién le entregarán su feudo los Castro?

 

Siguiendo la teoría de las malas y acrecentadas imitaciones, se puede sospechar que lo más probable es que, preocupados por su patrimonio, apuesten por el proceso de conservar las riendas del poder apuntalando a un heredero sanguíneo. Los sitios en que ha ocurrido, ejemplos tan poco recomendables a imitar como Siria y Corea del Norte, parecen haber funcionado bien, así que los hermanos deben estar pensando…¿por qué no en Cuba? A fin de cuentas, ya Castro es una marca registrada en el poder. Seguro acarician la idea de que los nacionales lo tomarán mansamente, como sucedió hace cuatro años contra todos los pronósticos.

 

La apresurada convocatoria para celebrar el Congreso del Partido, después de postergarlo durante años sin justificación, en medio de una profunda crisis que hunde al país en la miseria cada segundo que transcurre, tiene mucha similitud a los pasos tramados por Kim Song II en Corea del Norte, donde la reciente realización de un Congreso del Partido de los Trabajadores marcó los esfuerzos por legitimar la sucesión en manos de uno de sus vástagos y, de ese modo, garantizar la continuidad de la dinastía.

Forzar una sucesión a la coreana parece que es el guión a imponer en Cuba. La opción quizás será seleccionar discretamente como integrante del Buró Político a algún descendiente de los Castro; los pronósticos apuntan al hijo de Raúl. Se supone que anuncien su nombramiento sin mucho ruido en la Conferencia Nacional del Partido que a finales del próximo año dará continuidad al Congreso y, una vez dentro, de modo solapado los viejos aparatchnik de la tropa serán advertidos sobre quién es en realidad el bateador designado para ocupar la primera plaza cuando llegue el momento. Así, el modelo dinástico estaría montado en cajas de bolas, garantizando una arterioesclerosis tranquila y sin sobresaltos a los parientes fundadores.

 

Este paso (porque alguno hay que dar para soltar el manoseado cetro) formaría parte de otra demencial y desproporcionada movida de la anciana dirigencia en el poder. Las contradictorias propuestas económicas y políticas en que se lanzan intentando destruir la realidad a puntapiés, reflejan claramente que tampoco el reservado modelo sucesorio va a funcionar en Cuba.

 

Pese a las diferencias del caso, las recientes revelaciones de Wikileaks delatan la renuencia de la dirigencia china a legitimar la pretendida sucesión dinástica en Corea del Norte, por el fracaso consecuente y el peligro de que el nombramiento del nuevo heredero desate una cruenta lucha de facciones que podría amenazar la estabilidad de la región por el inquietante armamento nuclear y, además, determinaría importantes afectaciones a los intereses geoeconómicos de Beijing. Ese insólito hecho, ya que China ha sido el sostén del régimen coreano, hace menos creíble la pretendida apariencia de solidez y garantía de continuismo de la dinastía de los Kim.

 

Estar alertas sobre esta posibilidad dentro de la lógica de la Dictadura cubana es una necesidad vital a tener en cuenta por el pueblo. La aceptación de una sucesión hereditaria al estilo coreano significaría un paso en la escalada hacia el total desastre nacional, que sólo provocará más sufrimiento y muerte a los habitantes de la Isla.