Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico
por Dr. Darsi Ferrer
18 de marzo de 2011
La Habana. La ola democratizadora surgida de manera espontánea en las naciones árabes del norteafricano corre el riesgo de convertirse en una gran frustración y terminar sepultada por la pésima reacción de la comunidad internacional, especialmente de los EEUU, ante los lamentables sucesos que se desarrollan en Libia, donde todo parece indicar que el Coronel Gadafi logrará derrotar a los revolucionarios y conservar a sangre y fuego el control del poder.
Lo peor serán las predecibles consecuencias de este fracaso libertario. Los dictadores de todos los rincones tomarán ejemplo del esquema utilizado por el sanguinario dictador libio y aguardarán sedientos para aplastar por la fuerza cualquier intento de rebelión popular que aflore en sus países. Ya comprobaron que la administración Obama y demás gobiernos democráticos no pasan de la amenaza en sus débiles e inadecuadas respuestas ante flagrantes actos de genocidio contra poblaciones indefensas.
Para evacuar cualquier duda, basta comprobar que la monarquía de Bahréin imitó el uso de fuerzas mercenarias, y ahora cuenta con el apoyo en su territorio de efectivos militares llegados de Arabia Saudita y de Emiratos Árabes, apertrechados hasta los dientes y en plena capacidad de sofocar las masivas protestas populares.
Resulta tan perjudicial el retroceso en Libia que hasta Egipto y Túnez corren el riesgo de malograr sus incipientes procesos democráticos. Por una parte, los militares de ambas naciones podrían tomar lección y empecinarse en controlar el poder. Por otra, los regímenes dictatoriales y autoritarios de la región no permanecen impasibles ante la institucionalización de democracias en el contorno de sus países. Es muy probable que utilicen todos los medios a su alcance en el intento de desestabilizar ambas naciones recién liberadas.
Por lo demás, no debe extrañar que la Dinastía de los Kim se atreva, sin ninguna contemplación, a matar de hambre a más millones de coreanos. Tampoco sorprendería que el régimen militar de Myanmar responda con una violencia brutal frente a posibles rebeliones de su pueblo. Cómo dudar que los chinos opten nuevamente por aplastar con los tanques cualquier revuelta popular. Es que se puede hasta sospechar cuál será la reacción de Hugo Chávez cuando pierda las próximas elecciones presidenciales en Venezuela.
Por lo pronto, en Cuba los hermanos Castro ya incrementaron el uso de la represión para castigar a los opositores, retomaron los actos terroristas de repudio, y otra vez ordenaron que golpearan a las Damas de Blanco para impedirles que manifiesten de manera pacífica en la calle. Además, en plena actitud desafiante condenaron a 15 años de privación de libertad al estadounidense Alan Gross, anciano al que mantienen de rehén en la isla desde hace más de un año, y que después de dejarle pasar por el aeropuerto unos teléfonos satelitales, lo imputaron arbitrariamente por cargos contra la seguridad del estado, en un proceso penal amañado que no cumplió con las mínimas garantías judiciales.
El abandono del pueblo libio reforzará la virulencia de los sátrapas que ahora disponen de la fórmula aportada por Gadafi para resolver, sin grandes consecuencias, las rebeliones populares. Otra probable secuela de permitir que mueran en la cuna las esperanzas y claras oportunidades de libertad y democracia para las sociedades musulmanas del Medio Oriente, es que terminen atrapadas en brazos de grupos fundamentalistas que aparezcan como la alternativa de escape a sus actuales problemas.
Poco se espera en la gestión de los gobiernos europeos por lo habitual que resulta su tolerancia en relación con el despotismo de dictadores. El liderazgo de los EEUU dentro de las naciones democráticas lo compromete, entre otros desafíos, a la defensa global de las libertades y derechos fundamentales de los pueblos oprimidos por regímenes no democráticos. Tal vez Obama esté limitado por compromisos partidistas con la maquinaria demócrata, pero sin dudas es lamentable que en su actuar demuestre mayor preocupación por su imagen y futura reelección, que por estar a la altura de la enorme responsabilidad derivada de su cargo.
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