Darsi Ferrer
Es hora ya de exponer la
real dimensión del mito de la capacidad que ha ejercido y ejerce la
inteligencia cubana (y léase también la policía política, su aspecto menos
romántico e impresentable). Y nada mejor para distinguir con claridad sus
limitaciones y lastres que compararla con la de otra pequeña nación, el estado
de Israel, rodeado de verdaderos enemigos, no ficticios como se los fabrica el
régimen de los hermanos Castro.
La región donde se encuentra
el estado mediterráneo se denominaba Palestina, más no porque fuera una nación
independiente y reconocida bajo tal nombre. Históricamente, en ese territorio
convivían comunidades hebreas y árabes, de culturas y religiones mahometanas,
judías, cristianas, nestorianas y otras. De hecho, no existían los términos
israelita o palestino para designar una nacionalidad, y de la misma manera que
una nación israelí fue reconocida por la ONU, los palestinos tuvieron similar
oportunidad de crear su propio estado independiente.
Cuba, luego de denodados
esfuerzos, logró liberarse del colonialismo español gracias a la decisiva
intervención de las fuerzas militares y, sobre todo navales, del vecino EEUU.
El archipiélago fue uno de los últimos territorios en alcanzar la soberanía en
la región. Pese a ello, gracias a la enorme inversión de capital norteamericano, una creciente
emigración europea, y al ingenio y la industria de los coterráneos en el marco
de una sociedad libre y democrática, el país superó con creces, y mucho antes
de cumplir el medio siglo de fundada, los niveles de vida de naciones
latinoamericanas que la habían precedido en casi un siglo de emancipación.
Israel es una democracia
parlamentaria basada en elecciones pluripartidistas y periódicas, con
reconocidas libertades de expresión, asociación, movimiento, representación y
culto. Más estas no se limitan a sus ciudadanos de origen judío. Los árabes con
ciudadanía israelí gozan de los mismos derechos, incluyendo el uso, publicación
y enseñanza de la lengua y religión árabes, y
una presencia con voz y voto en el Parlamento proporcional al más de un
millón de sus afines.
Cuba es una dictadura
militar y familiar encabezada por los Castro con más de cincuenta años dando
tumbos totalitarios. El estado está conformado como una estructura de
sojuzgamiento que permanece insensible al sufrimiento que acumula en la
población. A los cubanos se les niega la protección de la ley bajo un Estado de
Derecho y se les hace víctimas de los abusos sistemáticos del todopoderoso
régimen dictatorial. No les permiten la celebración de elecciones libres ni
pluripartidistas. Y no existe en el país ni un ápice de libertad de expresión,
asociación ni movimiento. La estructura de gobierno es más semejante a un despotismo
del Medio Oriente como Siria, o a la asiática Corea del Norte, que a una
república democrática de Occidente.
De Israel sería ir mucho más
allá de los límites de este corto trabajo juzgar si fueron justificadas o no
las guerras y la responsabilidad en crímenes ocurridos de un lado u otro de sus
fronteras. Es una historia violenta originada por un innegable rechazo de todos
los países del entorno, la totalidad de ellos con apenas unos años de fundación
luego de haber sido enclaves coloniales europeos, a reconocer otra nueva nación
que esta vez surgía por mandato de la ONU. Y ello ocurrió en un espacio
territorial que perteneciera al imperio turco y que hasta 1947 permaneció bajo
la administración británica, designada por el sustituido organismo internacional,
La Liga de las Naciones.
La agresividad de la región
del Medio Oriente y del mundo islámico en general contra Israel ha propiciado
el desarrollo de su aparato de inteligencia, llevándolo a niveles
impresionantes para un país tan pequeño. Esta profesional estructura de
espionaje es decisiva para impedir la destrucción de su nación, no para tratar
de subvertir y, a marchas forzadas, intrigar para transformar en democracias
semejantes a la suya a los países vecinos, lo que sería el reverso lógico de la
actividad virulenta de la dictadura cubana.
En Cuba, desde el mismo
origen de la llamada revolución se implantó un modelo totalitario con pleno
apoyo de la Unión Soviética. Situación que se consolidó cuando la casta en el
poder creó un Enemigo ideológico de su antiguo aliado, los Estados Unidos. Con
este y con los países democráticos del área latinoamericana inició un proceso
de enfrentamiento y hostilidades. Desde entonces la junta militar de la Habana
ha sido incansable en agredir e intentar subvertir a las naciones de formato
democrático de América Latina y del Norte. El resto del mundo tampoco se ha
librado de esas trasnochadas paperas de imperialismo platanero.
Sin dudas, el costo del
sostenimiento en particular de tal prolongada política beligerante, divorciada
de las posibilidades concretas o fines personales de los ciudadanos, ha
transformado para mal a la pequeña nación. Antes un país rico y próspero, el
castrismo lo ha dejado en las llantas con el loco afán de verse a sí mismo como
una potencia capaz de protagonizar una geopolítica global y torcer los destinos
del mundo. El triste resultado de todo este narcisismo es que sus habitantes
son pobres y formados en una sociedad envilecida por la delación, el
encanallamiento y una enfermiza y degradante
hipocresía y parálisis social.
En Israel, la labor del
aparato de inteligencia es el garante de la existencia de la nación, y por
tanto de la vigencia del Estado de Derecho y la protección de la ley para sus
ciudadanos. No trabajaron denodadamente para que les fueran negados, ni gracias
a ellos son explotadas sus capacidades de bienestar o las libertades y
posibilidades plenas de desarrollo de su población. Tampoco con su labor
afectan el nivel de vida nacional ni expolian el exitoso esfuerzo de sus diversas
industrias. Es por ello que el país goza de un per cápita de nación de primer
mundo, en medio de una geografía con poblaciones oprimidas, incultas, pobres y
atrasadas. Los millones de árabes que viven en esas naciones colindantes, a
pesar de ser sojuzgados por dictaduras y satrapías hereditarias,
paradójicamente dejan alimentar en ellos un odio profundo a la única democracia
de la región, que debería ser un modelo a emular de progreso para sus vidas y
países.
El cuerpo de inteligencia
israelí, de reconocido prestigio, actúa en el ámbito Occidental y del Medio
Oriente a escala desproporcionada con sus dimensiones territoriales. Proclama
su necesidad de defenderse de la agresividad de naciones fronterizas y vecinas,
casi todas árabes y mahometanas. Y alguna hasta asignándose como doctrina de
Estado la futura desaparición de Israel. El argumento histórico y acicate de
odio hacia el estado hebreo está basado en las diferencias en religión, cultura
y los sangrientos conflictos bélicos y represalias que esto ha generado, sin
embargo, la verdadera naturaleza del rencor hacia esa nación es que constituye
un ejemplo del desarrollo que se puede alcanzar cuando se le garantiza a la
sociedad el pleno ejercicio de la libertad y la democracia representativa, mientras
que los países que la rodean están regidos por dictaduras descarnadas que
oprimen y condenan a sus pueblos a la miseria. Ese es el meollo del problema y
el obstáculo a la paz regional.
En cambio, el aparato de
inteligencia cubana se vuelca tanto para los ciudadanos cubanos dentro y fuera
del territorio nacional, como hacia la subversión del orden democrático de los
países de su entorno, como ocurre en el presente con el proyecto ALBA y la
estrella y motor de esa triste Entente, Venezuela. La acción de la policía
política, reprimiendo cualquier disidencia o cuestionamiento al culto oficial
tiene semejante importancia para la dictadura que influir en gran medida y a su
conveniencia sobre estos improvisados aliados latinoamericanos de los últimos
años. Con su trabajo mal remunerado y en un pleno ejercicio de masoquismo
nacional, los cubanos pagan desde los gruesos salarios de estos cuerpos
represivos, pasando por todas las prebendas y privilegios, y llegando hasta
cubrir con su sudor el costo de los sofisticados artilugios de espionaje que
nunca dejan de adquirir estos señores. Y todo para que puedan vigilar y
reprimir al dedillo a sus benefactores cada vez que intentan no estar de
acuerdo con el estado de cosas.
Es sobre la base del éxito
económico del estado israelí que el mismo sostiene su cuerpo de inteligencia
con gran capacidad para vigilar e impedir que las agresiones contra su nación
no tengan el éxito con que son planeadas. La destrucción de su estado es parte
de la motivación y el fanático acicate de numerosas organizaciones
fundamentalistas islámicas, que a su vez reprimen y aterrorizan a sus propios
conciudadanos árabes o persas, como es el caso de la agresiva y lóbrega
teocracia iraní.
En Cuba, y por tanto en su
labor en el extranjero, es sobre la base material que les aporta el
sojuzgamiento y el terror de la población del archipiélago que los cuerpos de
inteligencia colaboran fervorosamente en sostener la roñosa dictadura. Eso les
brinda todos los recursos necesarios, sin control alguno del Parlamento, que
debería velar por el uso de los mismos en beneficio, y no en opresión, del
pueblo. Los recursos nacionales se utilizan para despilfarrarlos en las siempre
fracasadas aventuras geopolíticas personales de los Castro, y se preparan para
seguir haciéndolo sin ellos, en una eterna metástasis de desorden y
confrontación. Al igual que los éxitos efímeros de otras dictaduras que ya no
son sino malos recuerdos, los triunfos que lograrán estos servicios no serán
nunca para gloria y salvaguardia del pueblo de Cuba, sino para la de sus amos
feudales, los que convocados por un inevitable fin de sus áridas vidas, ahora
andan buscando dejar este pobre país en herencia a sus hijos y nietos.
Más que a la pericia y el
sacrificio personales, la supuesta efectividad de la labor profesional de los
miembros del aparato represivo se ha basado en consolidar la violencia en la
patria que los vio nacer, y que sin dudas los acogerá en sus cementerios cuando
la hora les toque, sea a las buenas o a las malas.
darsiferrer@yahoo.com
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