por Dr. Darsi Ferrer
Observatorio Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico
22 de diciembre de 2010
La Habana. El ataque militar materializado en semanas recientes por Corea del Norte contra Corea del Sur ha provocado muchas especulaciones en los medios internacionales. Por encima de enrevesadas operaciones para presionar a los Estados Unidos de Norteamérica para que no desvalorice su moneda o las presiones sobre Japón, la verdad más pedestre asoma entre las famosas y controvertidas revelaciones de Wikileaks en los últimos días.
En uno de esos documentos puestos a la luz se muestra que China quiere desprenderse de un aliado totalitario que ha dejado de ser “útil y fiable”. El coloso asiático deja entrever que prefiere una unión gradual y pacífica de las dos Coreas, mas iniciada y controlada de manera benevolente por Seúl. Para colmo, el documento también pone en claro que a la joven dirigencia partidista china no le viene mal que todo este proceso reciba la benéfica influencia y asesoramiento norteamericano.
¿A qué se debe este sorprendente cambio en el patronazgo chino? Hasta hace poco no se cuestionaba la existencia de esa aberración medieval con armamento atómico denominada Corea del Norte. Pese a su fracasado sistema no se vislumbraba un fin inminente, sino más bien inesperadas posibilidades de una larga existencia, siempre estéril y trabajosa, basada en el chantaje mundial con su agresivo programa nuclear.
Los analistas consideraban, con aparente razón, que el principal objetor a cualquier cambio brusco en el frágil equilibrio del paralelo 38 era, indudablemente, su vecino del sur. Seúl no querría poner en peligro el gran desarrollo y bienestar logrado en el país, sin dudas aun teniendo fresca en la memoria los horrores de la guerra fratricida de hace casi 60 años entre ambos regímenes. Otros países geográficamente cercanos, como Japón, o cuya área de influencia se vería peligrosamente amenazada, como Australia y USA, formaban parte del esquema concebido como tinglado supuestamente contentivo de la díscola Corea septentrional. Sin embargo, las sorprendentes revelaciones de Wikileaks dejan en claro el pleno retroceso de la realpolitik China, dejando al descubierto su papel de verdadero sostenedor del fantoche atómico peninsular.
Una entrega tan descarnada del antiguo pupilo pone sobre el tapete el absoluto nivel de dependencia del modelo disfuncional coreano, que es garantizada su endeble existencia por China, a cambio de servir de comodín para presionar oportunamente a Japón y a Occidente con el peligro atómico. Las últimas noticias de una forzosa e insuficiente sucesión dinástica del dictador Kim Song II hacia un tercer vástago apresuradamente convocado a la corona han levantado la alarma en el círculo de poder de Beijing. Y todo indica que la inesperada sucesión designada por la mala salud del Líder Máximo coreano amenaza con no ser tan conveniente e indiscutida como la que gozó el propio Kim de su torcido papá.
El nuevo heredero, pese a que fue designado a dedo con el poderoso cargo de Ministro del Interior, y puesto a la diestra un tío generalote para ayudarlo a controlar el brutal estamento militar del país, al parecer no goza del apoyo de otros personajes poderosos que también acariciaban el sueño de fundar su propia dinastía. El peligro se ha revelado tan inminente e incontrolable para la inteligencia y los órganos de poder chinos, para colmo agravado por el desastre que representaría para el nuevo gigante asiático una guerra civil con atómicas entre facciones norcoreanas, que la idea de seguir sosteniendo el régimen peninsular se ha vuelto pesadamente onerosa para la presente política china.
La previsión del fin del régimen en unos tres años tras la próxima muerte del actual dictador parece más que un simple pronóstico de un hecho dejado a los embates del azar. El diktat chino sobre este enojoso asunto no le debe haber dejado dudas a la clase gobernante norcoreana. Ningún aspirante debe seguir soñando con fundar una dinastía real o con un continuismo ad eternam para el sistema dictatorial. No tendría ninguna posibilidad de supervivencia si se atrevieran a desobedecer y en represalia China les cerrara la única frontera que los conecta al continente y a los suministros elementales. Irónicamente, el futuro destino democrático de esa nación ya ha sido designado por su enorme vecino con régimen comunista.
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