domingo, 26 de diciembre de 2010

Autoridades del régimen ejecutan el chantaje de impedir la salida del país de Yusnaimy ante mi negativa de aceptar el destierro

por Dr. Darsi Ferrer


20 de diciembre de 2010

 

Foto: Darsi, Yusnaimy y Dariel
 
La Habana. En horas de la mañana de hoy Funcionarios del Departamento de Emigración y Extranjería le comunicaron a Yusnaimy Jorge Soca, mi esposa, que no le autorizan el permiso de salida del país, conocido como Carta Blanca, situación que impide su posibilidad de viajar al exterior en busca de tratamiento médico.

 

La respuesta se la hicieron saber en la oficina regional de 10 de Octubre de manera verbal y sin explicarle los argumentos que justifican dicha decisión, aunque ella tuvo que realizar todos los trámites migratorios por escrito como está establecido. Con ese método las autoridades del régimen optan por el chantaje de exigir mi destierro como condición previa para admitir que salgan de Cuba Yusnaimy y Dariel, nuestro niño de 9 años.

   
La razón de Yusnaimy para tramitar la salida definitiva hacia el exilio es humanitaria, debido a su comprometido estado de salud y a la carencia de tratamiento médico en Cuba. Por otras razones jamás habría pensado en la alternativa de abandonar la Isla, como lo demuestra su valiente y digna actitud de compromiso inclaudicable con la causa de la libertad y el respeto a los derechos de todos los cubanos, que la ha llevado a ser víctima de reiterados actos de intimidación, arrestos arbitrarios, golpizas, campañas de descrédito y hasta amenazas por parte de la policía política de quitarle al niño.

 
El deterioro de su salud ocurrió de modo repentino hace seis años, cuando debutó con un cuadro clínico severo de hipertensión endocraneana. La ingresaron de urgencia y con pronóstico de gravedad en el Hospital Miguel Enríquez, aquejada de cefalea intensa, vómitos en proyectil, rigidez de nuca y pérdida significativa de la visión. Por los síntomas, el hecho de ser una mujer joven y el resultado de los exámenes complementarios, los médicos emitieron el diagnóstico de hipertensión endocraneana benigna. Esta patología, según recoge la literatura médica, no responde a una tumoración cerebral, es de etiología desconocida y tiene como característica que solo ocurre una vez, o sea, no repiten las crisis.


Después de recuperarse de la enfermedad neurológica le quedó como secuela una pérdida importante de la visión por daños irreversibles en el nervio óptico y en la retina, además de padecer serios trastornos neurológicos, endocrinos y metabólicos.

 
Al cabo de dos años hubo que volver a ingresarla de urgencia en el Hospital Miguel Enríquez por otro evento similar. En esa ocasión, los médicos pusieron en duda el diagnóstico anterior de hipertensión endocraneana benigna e hicieron énfasis en investigar una etiología tumoral que explicara la sintomatología. Cuando logró recuperarse los neurólogos le confesaron que no encontraron ninguna masa tumoral en su cerebro y que desconocían cuál era la causa de su recurrente enfermedad.


El año pasado gracias a las gestiones de un amigo personal el ingreso se materializó en el Hospital Hermanos Almeijeiras, una de las instituciones médicas más prestigiosas del país. Esa vez, además de los síntomas de hipertensión endocraneana y de la agudización de las alteraciones neurológicas, endocrinas y metabólicas, sufrió la pérdida de unas 25 libras de peso corporal en el espacio de un par de semanas. Y como resultado del tratamiento médico tampoco los galenos pudieron establecer un diagnóstico definitivo de su enfermedad.

 
Como se conoce, la hipertensión endocraneana es una patología médica que se desarrolla a consecuencia de algún trastorno a nivel del cerebro y, en dependencia de la intensidad con que se presenta, puede causar la muerte o desencadenar graves complicaciones por los daños que provoca en el organismo, muchos de ellos irreversibles.

 
Para el estudio y seguimiento de los casos con este tipo de enfermedad se precisa de los servicios de un equipo multidisciplinario conformado por especialistas en neurología, oftalmología, endocrinología y medicina interna, y la disposición de equipos y recursos médicos que brinden la posibilidad de realizar los exámenes y el seguimiento adecuado, así como el tratamiento específico.

 
Hasta el día de hoy la medicina cubana no ha podido garantizarle a Yusnaimy el derecho a una asistencia médica adecuada. Los médicos ni siquiera han establecido cuál es la causa de sus repetidos cuadros de hipertensión endocraneana. Además de no tener un diagnóstico, tampoco cuenta con la posibilidad de que le realicen exámenes complementarios de rutina, como es una resonancia magnética o la tomografía axial computarizada para el seguimiento evolutivo de su enfermedad, y menos contar con los servicios de un equipo de especialistas que la valoren.

   
Motivados por las dificultades prevalecientes y el riesgo de que sucedan circunstancias peores a lamentar con su salud, decidimos enfrentar la necesidad de que viaje de manera definitiva para los EE.UU., con la esperanza de que tenga la oportunidad de encontrar solución a sus problemas médicos. Tanto ella como nuestro hijo Dariel aplicaron al programa de refugiados políticos y hace un mes que les otorgaron las visas para entrar a los EE.UU.

   
La policía política dejó claro durante el interrogatorio del que fuimos víctimas el pasado día 10 del presente mes, cuando nos arrestaron por pretender conmemorar el Día Mundial de los Derechos Humanos, que sólo autorizarían la salida de Yusnaimy y nuestro niño si yo acepto el destierro y también me marcho. Debo aclarar que me niego a aceptar este tipo de chantaje inescrupuloso porque no estoy enfermo ni necesitado de tratamiento médico como es el caso de mi esposa. Tampoco estoy visado para EE.UU. ni ningún otro país. Y lo más importante, no me voy de Cuba porque mi compromiso con la lucha por buscar soluciones a la dramática situación nacional en bien de toda la sociedad es mucho mayor que mi deseo de escapar de esta dictadura militar o de viajar al exilio junto a mí querida familia.


Obligar a las personas en pleno siglo XXI a depender de un autorizo gubernamental, o permiso de salida, para viajar al exterior es una práctica esclavista que viola el derecho elemental con el que nace todo ser humano de circular libremente y de entrar y salir de su país. Asimismo, a una mujer enferma  que no tiene ninguna deuda con el gobierno ni con la justicia de la nación, arrebatarle la oportunidad de recibir asistencia médica fuera de Cuba constituye un acto despiadado y criminal.

 
Queda claro que en la condición actual de rehén a la que someten a Yusnaimy cualquier complicación que suceda con su salud es responsabilidad de las máximas autoridades del gobierno y sus cómplices de la Seguridad del Estado y del Departamento de Emigración.


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