Dr. Darsi Ferrer
La naturaleza de un régimen
como el derrocado en Libia es una fuente de infinitas lecciones. A diferencia
de otras dictaduras de la era moderna, la del lapidado Coronel Muamar el Gadafi
tuvo la ventaja de no estar institucionalizada de acuerdo a las normas
reconocidas. Su disponibilidad sobre las jugosas rentas del petróleo nacional
era absoluta. Eso le permitió que, a diferencia de Kim Song-Il en los años
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, o Fidel Castro a mediados de los
setenta, pudiera gobernar bajo la tenebrosa sombra de su Jamahiriya sin
necesidad de dependencia del padrinazgo de ninguna potencia, ni verse obligado
a organizar su Estado dentro de un rígido modelo burocrático. Sus ventajas para
mantener todo el tiempo una dictadura personal deben haber provocado envidia en
otros déspotas con mucho menos cash.
Quizá por esas mismas
razones su terrible muerte tuvo un carácter tan singular. Es la primera vez que
se filma en vivo, sin censura ni cortes profesionales, la matanza de un cruel y
todopoderoso tirano. Captadas por los teléfonos celulares de algunos de los
tantos que participaban en su ejecución, las imágenes fueron trasmitidas de inmediato al mundo
entero. De esta manera, el triunfo de
las nuevas tecnologías de comunicación personal también trae dantescas
visiones, como esas de los últimos momentos del coronel. Es una lección de lo
frágil que es la vanidad y la arrogancia de los que se creen imbatibles. Y
también del odio y la crueldad que se han encargado de sembrar en sus pueblos
empobrecidos, sojuzgados y muy probablemente encanallados.
Definitivamente, algo de
esas macabras imágenes de final insólito han pesado lo suyo para esa nefasta
pléyade de “líderes carismáticos” que durante el siglo XX se fosilizaron en el
poder a lomo de “vanguardias revolucionarias”. Sin embargo, no tienen el mismo
peso y efectos racionales los llamados de las naciones democráticas de
occidente, las condenas por violación de los Derechos Humanos y las
advertencias de la ONU. Incluso, ni siquiera el despliegue del abrumador
poderío de la OTAN. Por el contrario, prima el empecinamiento por sostener una
situación imposible, ya vencida por el cambio radical de la civilización a
nivel global.
Quizás por ello una de las más duras realidades de la
liquidación del régimen autocrático de Gadafi sea el histérico aferramiento de
sus iguales en otras naciones. Intentan repetir el mismo inútil empeño por
mantenerse en el poder, y la única enseñanza que extraen de la espantosa guerra
civil del país norafricano es tratar de implementar en represalias lo que allí
dejó de ponerse en práctica. Así lo indica la actitud del dictador sirio Bashar
el Assad. Luego de prometer a la Liga Árabe que parlamentaría con la oposición
y que pondría fin a la violencia, persiste en lanzar sus fuerzas de seguridad y
del ejército contra la población inconforme que se opone a su dinástico régimen
opresivo.
Del otro lado del mundo, la
impresentable dictadura militar cubana se fija en lo que sucede en Siria e
intenta evitar que la población desesperada se lance a la calle. Por tal
motivo, aprueba a cuentagotas medidas económicas que no implican cambios
estructurales ni modificaciones de las bases de su modelo totalitario, pues no
renuncian al concepto del poder absoluto. Tales medidas, que algunos confunden
con reformas, las entorpecen con trámites burocráticos que no tienen otro
objetivo que mantener el mismo férreo control sobre la empobrecida ciudadanía.
De hecho, tienen más de propaganda que de soluciones verdaderas en todo el
espectro de la angustiante necesidad popular. Sin embargo, es tan marcada la
miseria nacional que confían en que esas gestiones sean suficientes para por
ahora amansar la creciente inquietud de la población.
Todo su embeleco tiene el
firme propósito de ocultar la realidad. El régimen castrista lejos de abandonar
su represión contra la oposición pacífica la incrementa. Desesperadamente
aspira evitarse la repetición de los ejemplos de Túnez, Egipto, Libia, y de otros
países del Medio Oriente, donde la población se lanzara a la calle de modo
masivo y determinado exigiendo libertades.
Los gobernantes de la
dictadura identifican a la oposición como la posible guía de esa revuelta,
obviando el hecho de que ninguna de las rebeliones de la Primavera Árabe ha
sido encabezada por opositores conocidos. Consideran que el reducido grupo de
ciudadanos que conforma la oposición en la isla representa el peligro de una
indoblegable resistencia moral a sus diseños totalitarios. Por lo tanto, están
dispuestos a tomar medidas extremas para aplastarla. Las confusas
circunstancias en que murió la líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán, o la
reciente muerte de Wilman Villar tras una huelga de hambre de 50 días, hacen
sospechar que hasta hayan estructurado el diseño del asesinato selectivo de
opositores.
Más la ceguera de la
soberbia en el poder los impulsa a intentar imposibles. Hay un hecho real a
nivel global: el mundo se integra aceleradamente. Y la nueva fase de desarrollo
se llama Globalización. A pesar de los denuestos en contra, se impone como una
etapa de evolución de la Humanidad. Cualquier intento de impedirla,
distorsionarla o ignorarla sólo repercutirá con el doble de empuje en su
presencia inevitable. A los Castro y a sus seguidores les cuesta entender los
patrones y dinámicas modernas. La mayor parte de los que componen su especie en
extinción constituyen un nefasto producto de la Guerra fría, que finalizó hace
más de veinte años, tiempo insalvable respecto a la velocidad con que se mueve
el mundo en el presente.
El régimen militar que ha
empobrecido y despoblado una nación con tantas posibilidades como las de Cuba
no es la solución de los grandes problemas que ha creado, sino el terco
obstáculo para que los mismos se solucionen. Al igual que otros aferrados a sus
privilegios, odian a muerte las libertades y el libre ejercicio de ellas por
sus esclavizados súbditos.
No son tan torpes como para
ignorar que deben montar algún simulacro de aperturas para lograr extender la
existencia del engendro que llaman Revolución, dándole hasta aires de realidad
material. No obstante, no comprenden que su tiempo ya se terminó, y que ni
siquiera el designio de dinastía familiar que manipulan en las sombras podrá
ser posible. Es una época en que la libre información se les cuela por entre
los estrechos barrotes donde se empeñan en mantener encerrada a la ciudadanía
de la isla. Y la realidad que se filtra va cambiando la mentalidad de todos,
hasta de sus seguidores más insospechados.
darsiferrer@yahoo.com
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