Darsi Ferrer
Existe la posibilidad cada
vez más certera de que el otrora hiperkinético Hugo Chávez no llegue a la meta
de las elecciones para el cargo presidencial. Tal pronóstico va levantando un
muro de sombras en el entrecejo de la carcomida dictadura totalitaria cubana,
su embarcador life-coach. Y ciertamente no deja de ser sombrío porque no tienen
dónde escoger un continuador de la talla delirante del bolivariano. O, por lo
menos, a la altura de lo que le interesa al régimen militar antillano. En esa
mesiánica Venezuela del Siglo XXI no es fácil encontrar una similar mezcla de
dócil ignorante carismático asperjada con el extremo caldo de la egolatría. Por
suerte, o por desgracia, según quién mire, no abunda tanto ese fatal coctel.
Empantanados en sus segundas
posiciones tras la aislada sombra del líder en declive por sus padecimientos de
salud, las grises figuras relevistas se remueven inquietas. Con angustia ven
cómo el tiempo va pasando sin que el empecinado (o sugestionado) Chávez se dé
por vencido y ceda el puesto para que uno de ellos intente salvar el escaso
tiempo que queda hacia la carrera de las elecciones. Y así, aun si se mirara
todo este enojoso asunto con entusiasmo, el que como una dosis de crack la
dictadura cubana se insufla a diario, se enfrentaría un futuro escenario de
imposibles.
El primero, el menos
probable, que Chávez alcance con hálito humano el resultado de lo que se va a
dilucidar el próximo octubre y continúe de pertinaz presidente-comandante hasta
el 2050. El segundo, que llegue por propio pie y que, como Filípides en Atenas,
tras anunciar la victoria aquea en Maratón, caiga muerto en el sitio. Tercero,
que se vaya antes de este mundo y en las elecciones, o los turbios tiempos que
seguirán para los malos propósitos, ni sus seguidores, y mucho menos los
angustiados castristas, se acuerden ya de él. A fin de cuentas, esta sería la
puesta en práctica de la filosofía tradicional desde la Sierra Maestra: No me
digas lo que hiciste; dime lo que estás haciendo.
En cualquiera de estos
crispados casos, queda el escenario de un jaque pastor para el régimen cubano.
Ninguno de los seguidores de Chávez que alcance el poder está interesado en
mantener ni al oneroso aliado ni a todas esas falsas estructuras geopolíticas
creadas con asesoría de los manipuladores consiglieris isleños. El ALBA, el
CELALC excluyente de USA y Canadá, el suministro de petróleo regalado, los
innecesarios papeles de intermediario económico asignados a la dictadura
cubana, nada de esto se va a sostener por una masa geopolítica que en realidad
es puro humo.
El peso real de esas
instituciones con lo único que se puede comparar es con el inagotable e inútil
empeño que le puso Hugo Chávez en crearlas y sostenerlas. ¿Quién no recuerda
los papelones del ALBA intentando forzar a Honduras a su credo? ¿O pretendiendo
sacar provecho del terremoto haitiano para imponer un régimen de izquierdas? ¿A
Venezuela intentando denodada, e inútilmente, lograr una transitoria curul
frente a su rival Guatemala en el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿O yendo a
darle consejos que no le pidieron, y sin caso, a otro mal difunto, Gadafi en
Libia? ¿O siquiera el vergonzoso apoyo, aunque el espaldarazo no levantó ni
polvo, que le brindaron los cancilleres del ALBA a la feroz dictadura de Al
Assad en Siria, mirando hacia otro lado mientras el régimen masacraba
ciudadanos que reclaman libertades?
Más lo peor del derrumbe de
todo este entramado de instituciones políticas creadas con el fin de establecer
un frente “antiimperialista”, será para la víctima más dolida, la fea verruga
cubana. No sólo quedará huérfana, sin un benévolo socio a toda prueba que sin
pestañar les cubra el desastroso experimento cuartelario con buena parte de la
riqueza de su propio país. También terminarán colgando al desnudo sus pellejos
de extemporaneidad.
Quizás entonces desaparezca
esa veleidosa fascinación que mantienen las élites políticas y académicas
latinoamericanas hacia experimentos populistas y totalitarismos de izquierda.
Léase Socialismo del Siglo XXI, Revolución Cubana, Revolución Sandinista,
Unidad Popular, aprismo o peronismo, hay algo que los embelesa con estas
fútiles utopías. Tal vez son motivados por algún ardiente anhelo, bien oculto
en las conciencias, de imitarlos no bien caiga la ocasión. Y no es de extrañar,
demostrada la durabilidad que tienen estos proyectos absolutistas frente a los
torvos y mal encavados regímenes militares de derecha.
Proclamar humanismo y
supuesta redistribución de la riqueza nacional siempre es más cool. No importa
las atrocidades que generaron en el pasado siglo y que la Historia se ha
encargado de revelar. Las elites gubernamentales ignoran olímpicamente los
abusos e ilegalidades que acometen estos procesos antidemocráticos, bien
distintos a los fundamentos que les permitieron a ellos mismos alcanzar el
poder en sus naciones.
Por eso las falsas
estructuras regionales, supuestamente creadas para unir económicamente a la
vasta región con nexos culturales de un mismo origen ibérico, no sólo fueron
concebidas en los profundos rincones donde la dictadura isleña fragua sus
fracasados Pinochos políticos. También las élites latinoamericanas dieron su
complaciente beneplácito. No ocurrió la repulsa de un régimen democrático ante
una tiranía. Se quedaron como de piedra con una larga retahíla de casos
diversos, desde el extremista y bandido primer gobierno de los sandinistas,
pasando por Bishop y la Nueva Joya en Granada, hasta recalar en el atónito
Allende. Con plena injerencia del gobierno totalitario cubano, se pretendió
conformar un Frankenstein donde democracia y libertad formales, fácilmente
desplazables cada vez que se requiriera, se ligaran con los peores métodos
represivos heredados, y perfeccionados por el fatídico Campo Socialista.
Sin embargo, a estas recientes
estructuras fabricadas entre el gobierno chavista y la inteligencia cubana ya
se les ve la corta vida que les queda. Sin este valladar regional, la dictadura
militar cubana quedará más frágil ante la arremetida de los cambios libertarios
que trae consigo la globalización. Y aunque parezca imposible para algunos,
mírese para el Medio Oriente. El mundo árabe es un buen ejemplo de
transformaciones que se consideraban inverosímiles. Aunque aún mucho mejor
referencia lo es la distante Birmania, donde una dictadura militar, tan brutal
y empecinada como la cubana, ha sabido nadar y guardar los calzoncillos secos,
cediendo su mando a los nuevos protagonistas democráticos, con la reconocida
opositora Aung San Suu Kyi a la cabeza, a cambio de amnistía para sus crímenes.
El gobierno cubano se niega
a hacer lo mismo, ya sea por vejez, temor, arrogancia o falta de imaginación.
Más, los Castro saben muy bien que no pueden confiar en los cófrades del
enfermo gobernante venezolano. Los apandillados y oportunistas con los que
Chávez se ha sabido rodear en vida, en muerte se lanzarán por el camino más
corto y lógico de la supervivencia: el pacto con la oposición y con el gobierno
de los EEUU. Sabedores que su jefe significa el único valor más o menos seguro
para mantenerse en el poder, y ciertos de que no van a contar con él cuando
pasen unos medulares meses, se remueven inquietos en sus puestos. Ya deben
andar ofreciendo guiños y seguridades a sotto voce, rozando o transgrediendo
hacia la traición a la fanáticamente ingenua ortodoxia chavista que les hace
corros.
Y en caso de ganar, van a
quitarse el brazo asfixiante de la dictadura cubana que tienen sobre los
hombros. Desembarazados del molesto garrote cubano, propondrán a la nación un
tranquilizante chavismo light. Dejarán de meter ruido regional o continental y
ofrecerán parcelas de poder a sus adversarios políticos. Si acaso, cuando a la
dictadura castrista le saquen los trapos sucios en los foros internacionales,
se mostrarán levemente indignados y solidarios, pero no irán más allá de un
cariñoso espaldarazo diplomático. A fin de cuentas, eso cuesta bien poco y deja
buen look de progresista. No es difícil reconocer que librados de los
pedigüeños regionales, siempre les quedará más dinero para redirigirlo a sus
bolsillos.
Y en el caso de perder, que
es lo más probable, se sentirán inspirados por el viejo ejemplo de la “piñata
sandinista” y el moderno de los viejos dictadores birmanos. Con esa palanca a
mano, se querrán garantizar inmunidad y el borrón y cuenta nueva para sus
personas. Para dar fe de sus nuevos propósitos, garantizarán el desmonte cubano
con claros y firmes pasos. A cambio pedirán que se archiven las pistas frescas
de todo lo que se robaron en gruesos numerarios durante el triunfalismo
chavista. Saben que, de vencer la oposición, hay demasiado por hacer para
reordenar el país hacia un cauce más normal que este carnavalesco período
galopante. Fuera de juzgar a unos cuantos chivos expiatorios entregados por los
mismos pactantes oficialistas en retroceso, no le durará mucho la furibunda
confrontación política al nuevo gobierno. Sería demasiado para una nación que
ha cosechado una amplia sarta de problemas en los últimos años.
En conclusión, y para lo que
más interesa a los cubanos, la dictadura militar se va a quedar como el gallo
de Morón, sin plumas y cacareando. Perderá la plataforma económica que los
mantiene respirando y la plataforma política regional que los aupa y legitima.
Sus contubernios con algunos repentinos amigotes emergentes y oportunistas del exilio,
la jerarquía de la iglesia católica en la isla, y algún que otro aliado
solidario desde lugares demasiado distantes, o sólo moralmente, no le van a
llenar el tanque de gratis ni en cantidad suficiente como para seguir moviendo
su destartalado perol. Malos tiempos se avecinan para ellos y duros, pero
definidores, para un pueblo que sólo está pensando en cuando llegará el pollo a
la bodega, en podrirse en vida contemplando el culebrón brasileño de turno, o
en salir echando por cualquier hueco de la alambrada frontera.
darsiferrer@yahoo.com
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