jueves, 24 de febrero de 2011

La masacre contra el pueblo libio merece una respuesta contundente

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Darsi Ferrer

 

24 de febrero de 2011

 

La Habana, Cuba. Las acciones genocidas emprendidas por el dictador Muammar al-Gaddafi contra el pueblo libio no pueden ser aceptadas bajo ningún concepto por Estados Unidos ni las naciones de Occidente en general. Los gobiernos democráticos están llamados a cumplir su rol de salvaguarda inclaudicable de los reclamos democráticos de los pueblos, sin permitirse la más mínima parálisis ni dubitación. 

 

Cualquier tibieza ante un hecho tan execrable es aprovechada por asesinos como Gaddafi y su pandilla para intentar detener, o por lo menos hacer pagar un costo horrible, a una sociedad indefensa que no posee armas para responder a la masacre de la que es víctima, atacada indiscriminadamente por fuerzas de la aviación, de artillería y tropas de mercenarios contratados para sembrar el terror.

 

Los Estados Unidos y Occidente deben dejar cualquier posible pasividad atrás y no temer los venenosos ataques de la izquierda internacional, calificándolos de “intervencionistas”, “imperialistas” y otras zarandajas del gusto de consumo de tantos idiotas. Por el contrario, están llamados a utilizar todo el poderío de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y detener a un tirano sangriento y enloquecido por perder el poder, dispuesto a exterminar a su propio pueblo en nombre del canallesco argumento de salvar la nación de un mítico caos que él ya está haciendo prevalecer con el mayor cinismo.

 

La OTAN perfectamente puede invadir el territorio libio y, con el menor costo posible para la población, darle un ultimátum previo de destrucción inmediata a los aviones y a la artillería de Gaddafi si intentan seguir masacrando a los manifestantes. No actuar de una manera decidida puede provocar que aumenten los daños humanos y materiales hasta un punto que se vuelva inmanejable la desesperada situación del país, transformándose el conflicto en una guerra civil de imprevisibles consecuencias para la inestable región.

 

El pueblo libio está reclamando pacíficamente el fin de una larguísima dictadura, y exigen la democracia y las libertades propugnadas una y otra vez por Estados Unidos y Occidente como valores insustituibles para la dignidad humana y el Estado de Derecho. Permitir que lo destroce a capricho un déspota ridículo y criminal como Muammar al-Gaddafi es una ignominia.

 

Viendo la lentitud de reacción de la comunidad internacional ante los gravísimos hechos del genocidio en Libia, a los cubanos se les vuelve más urgente repetir una pregunta clave: ¿qué puede esperar de ayuda el pueblo cubano frente a una situación semejante? Gaddafi y los hermanos Castro son tiranos totalitarios envejecidos en las mieles del poder.

 

No hay ninguna duda de la total falta de escrúpulos de los Castro para decidirse por una respuesta igual de cruel y salvaje a la que recibe ahora el pueblo libio de su sátrapa, si se envalentonan ante una débil respuesta de la comunidad internacional. Basta revisar los antecedentes de crueldad criminal que los caracteriza.

 

A estas horas salta una pregunta esencial, ¿estarían los cubanos condenados a ser ultimados impunemente en caso de que salgan a las calles a reclamar masivamente el fin de tan longeva dictadura en la isla? ¿Se quedarán mirándose las uñas los gobiernos democráticos, como cuando estaba en su apogeo una limpieza étnica en la antigua Yugoslavia, o durante las matanzas en Ruanda, Burundi y la Plaza de Tiananmen?

 

Lo que se juega en Libia no es sólo el exterminio de la población a mansalva por acción de un tirano testarudo. Es el futuro que avanza  en esta ola pacífica y democrática que recorre el mundo árabe y el resto del planeta. Otros tiranos pueden tomar valor de cualquier tibieza de las naciones líderes e intentar masacrar a sus pueblos para sostenerse en el poder. Este es un momento decisivo para la Humanidad, el que no debe ser traicionado por tejemanejes de política orillera.


martes, 22 de febrero de 2011

Egipto y Cuba, las diferencias no hacen la diferencia

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Darsi Ferrer

 

21 de febrero de 2011

 

La Habana, Cuba. Los históricos acontecimientos que sacuden el mundo árabe, iniciados con las masivas protestas populares que en Túnez derrocaron al régimen dictatorial de Zine El Abidine Ben Ali, y luego se extendieron rápidamente a Egipto costándole la caída al régimen antidemocrático de Hosni Mubarak, y ahora inspiran las manifestaciones en otras naciones del área como Yemen, Libia, Bahréin, Argelia, Marruecos y hasta influyen en Irán, desataron la actual polémica que discurre sobre las posibilidades de que ese tipo de revueltas se desaten también en Cuba.

 

En no pocos analistas y diplomáticos predomina el criterio de que las diferencias entre estos pueblos son marcadas. Un punto significativo que señalan es la limitación de acceso de la sociedad cubana a las redes sociales y demás tecnologías modernas de las comunicaciones, herramientas que constituyen el vehículo de la ola revolucionaria del Próximo y Medio Oriente.

 

Otras comparaciones aludidas entre el mundo árabe y Cuba es el nivel de sometimiento del pueblo cubano, que en más de medio siglo apenas ha tomado las calles para rebelarse ante los abusos y arbitrariedades del régimen totalitario de los hermanos Castro. Hay quienes aseguran que los de la isla tienden a arriesgarse en el intento de escapar del terruño por cualquier vía, pero no se atreven a disputarle el poder a la dictadura. 

 

No faltan argumentos que valoran como una considerable ventaja para las autoridades la geografía insular, a la hora que les sea preciso sofocar cualquier protesta del pueblo. Además, ven como un factor disuasorio de las reacciones masivas de malestar social el control casi absoluto de la población por el gobierno, y las conocidas capacidades de su enorme aparato represivo y la impunidad con la que opera.

 

Las razones anteriores y muchas otras expresan las divergencias entre las realidades del mundo árabe y Cuba. Sin embargo, no hacen la diferencia.

 

Es verdad que en la isla es limitado el acceso a la Internet y el uso de las redes sociales, así como los servicios de la telefonía móvil y la penetración de las señales de televisión satelital, en comparación a las naciones islámicas, pero dichas dificultades tienen compensación con la suma de algunas particularidades, como: la plena identificación de la sociedad con los conceptos y valores globales de la cultura occidental, la cercanía geográfica a los EEUU y los vínculos naturales e históricos entre ambos pueblos mediante la modernidad, el activismo político y las potencialidades del exilio muy comprometido con la situación de sus compatriotas, y el enorme foco que representa el tema cubano en la opinión pública internacional, entre otras.

 

Asumir la tesis de que el pueblo cubano padece de cobardía genética resulta doblemente absurdo. Las sociedades tunecina y egipcia soportaron el terror y la opresión durante décadas, y no fue hasta hace unas semanas que salieron valientemente a sacudirse el yugo de sus regímenes. Durante el medio siglo de dictadura los cubanos, a pesar de las apariencias, no se han comportado de modo obediente, por el contrario, los caracteriza un alto grado de insurrección en la esfera económica. Ese hecho se confirma con la magnitud del mercado negro, más extendido en esta sociedad que en los desaparecidos totalitarismos de Europa del Este.

 

La invulnerabilidad que le achacan a los mecanismos de terror impuestos por el aparato represivo, pasa por alto los acontecimientos en similares sociedades cerradas. El temible y despiadado aparato de control social manejado por la Stasi en la desaparecida Alemania Oriental, estaba a plena capacidad de funcionamiento cuando se desmoronó el Muro de Berlín y no tuvo modo de contener a las determinadas masas de personas que se lanzaron reclamando libertad. También en Rumanía, Checoslovaquia y Polonia el cambio de sistema sorprendió a los gobernantes totalitarios con sus respectivos aparatos de inteligencia y fuerzas de la policía política intactas. Lo mismo sucedió hace apenas unos días en Túnez y Egipto. ¿Por qué razones Cuba estaría condenada a un desenlace distinto de ocurrir posibles manifestaciones populares?

 

Las tropas del ministerio del interior tienen una esencia represiva, criminal y de insensibilidad hacia el pueblo. Están formadas en la práctica impune de ser los castigadores de la población, y responden fielmente como perros de presa a los designios de sus amos, esa casta gobernante que controla el poder mediante el uso despiadado de la fuerza y el servicio a su conveniencia de leyes arbitrarias e injustas.

 

Pero no es la situación del ejército. Los altos mandos se muestran leales a la élite política, porque condicionan su obediencia a la garantía de los privilegios y prebendas que reciben. Aunque esos militares de alto rango no son recuperables por su estado de comprometimiento con el poder, los cuadros intermedios y las tropas llanas difícilmente se presten para masacrar a sus coterráneos. Ellos no están preparados para disparar a mansalva a sus familiares, amigos y compatriotas, jamás ha sido parte de su misión. Llegado el momento los oficiales intermedios y soldados, como en Egipto, Túnez, Alemania o Rumanía, terminaran aliándose junto a su pueblo.  

 

Con demasiada frecuencia los análisis sobre la situación cubana ignoran las circunstancias que han llevado a la población a evitar los costos del enfrentamiento político. El ser humano, ligado al instinto de conservación, tiende a buscar la salida menos traumática para resolver sus problemas vitales. Hasta ahora, la población ha utilizado como mecanismo de compensación para su supervivencia la vía de escape encontrada en el conjunto básico de los magros salarios de los trabajadores, los escasos servicios y recursos subsidiados por el Estado y el acceso cotidiano al imprescindible mercado negro.

 

Es precisamente este mecanismo compensatorio de supervivencia elemental el que está llamado a desaparecer o deprimirse considerablemente a consecuencia de la política que encabeza el gobernante Raúl Castro, quien asume la implementación de los denominados ¨Lineamientos del Partido¨ como la única alternativa de salvación de su fracasado Sistema. El diseño de ese engendro estratégico será sometido para su aprobación en el anunciado Congreso de los comunistas, que tendrá lugar a finales del mes de marzo.

 

En medio de las crecientes condiciones de miseria y encarecimiento de la vida, los Lineamientos del Partido plantean la necesidad insoslayable de expulsar de sus empleos a más de un millón de trabajadores, los que quedarán en total desamparo. Además, estipulan el cierre de las empresas estatales irrentables e insisten en la eliminación gradual de los servicios y productos que subsidia el Estado.

 

También se refiere en el documento partidista que la masa crítica de desempleados podrá ser absorbida por el emergente sector privado, al que denominan no estatal, y que recientemente fue autorizado a resurgir mediante la autorización de licencias que permiten la realización de 178 categorías de negocios privados, de poca significación económica y bajo reglas asfixiantes. 

 

Para despejar la incógnita de por qué en Cuba no se han desarrollado grandes manifestaciones sociales, hay que valorar en su justa medida las variables que actúan directamente influyendo en la supervivencia.

 

Hace unos meses al mandatario boliviano, Evo Morales, se le ocurrió aprobar por decreto el aumento del precio de la gasolina, en lo que fue conocido como el ¨gasolinazo¨. Tal acción provocó manifestaciones y disturbios a gran escala en todo el país suramericano, hasta que el gobernante indígena dejó sin efecto la medida y ordenó restablecer los anteriores precios. Una medida parecida se adoptó en la isla, donde se incrementó por esos tiempos el precio de la gasolina y de la población no surgió la más mínima reacción de protesta.

 

La razón de estas diferencias radica en el hecho de que, al igual que en el resto de las naciones normales, la supervivencia del pueblo boliviano depende de la economía legal, donde se incluyen la privada y la estatal. Una subida de precio de un producto básico como la gasolina genera incremento en los demás productos de primera necesidad y afecta la dinámica de vida de la población. En cambio, la economía de subsistencia de los cubanos es el mercado negro y se abastece fundamentalmente de la corrupción, el desvío de recursos, el robo en las empresas estatales y otros actos de ilegalidad. Alternativa que sirve de colchón para compensar cualquier variación salida del monopolio casi absoluto de la economía del Estado.

 

A ningún cubano le rinden más allá de una a dos semanas las 4 libras de azúcar que el Estado distribuye por persona mensualmente a través de la cartilla de racionamiento. No obstante, en términos generales ningún cubano completa sus necesidades de azúcar comprando el faltante en la red de tiendas estatales que venden sus productos en divisas. Resulta que donde todos suplen esas necesidades es en el mercado negro. Igual sucede con la sal, el huevo, el arroz, la gasolina, el cemento y muchos otros productos y materias primas sustraídas de los almacenes y establecimientos estatales.

 

Ahora se puede razonar que de los 500 mil trabajadores que serán despedidos inicialmente unos 300 mil son activos participantes, de una u otra manera, en la dinámica de funcionamiento del mercado negro, donde una vez fuera de sus trabajos dejarán de aportar de golpe los recursos y productos a su alcance hasta ese momento. Digamos, los choferes le sustraen parte del combustible a sus automóviles del Estado y lo venden en la economía informal. Los farmacéuticos venden las medicinas y el alcohol que se roban de los dispensarios. Las oficinistas venden por la izquierda los paquetes de hojas que logran apropiarse subrepticiamente. Así sucesivamente se conforma la cadena general de la economía subterránea, donde la mayoría del pueblo encuentra alivio a sus desesperantes limitaciones y carencias.

 

Lo más significativo de toda esta historia es que por primera vez la cúpula gobernante amenaza con desarticular el mecanismo de escape de la población, único espacio que todavía le permite algún respiro para garantizarse la supervivencia, aunque sea en condiciones muy precarias. Este nuevo experimento suicida, contenido en la política de los Lineamientos, deja al pueblo acorralado y sin salida. Más si se consideran las circunstancias actuales matizadas por el colapso casi total de la economía nacional, responsable del desabastecimiento crónico y un malestar generalizado en la población.

 

Las autoridades del régimen no están ajenas a la realidad, tienen una nítida percepción del fracaso total de su modelo y de la única alternativa a la que empujan al pueblo; el Estallido Social. Lo peor de la encrucijada en  que se encuentran es que comprenden que el Sistema que han sostenido por décadas está arruinado, su economía no funciona ni tiene posibilidades de reformarse bajo el actual modelo totalitario, y ellos no resisten la más mínima apertura política sin perder el control del poder. Su comprometida estabilidad está armada sobre la base del subsidio venezolano, el que cada día se torna más inseguro por la creciente pérdida de popularidad del presidente Hugo Chávez y el desgaste de su proyecto dictatorial, cuyas señales apuntan a que perderá las próximas elecciones presidenciales del 2012.  

 

Lo anterior se comprueba observando que la élite política ha frenado los planificados despidos, también el anunciado cierre de las empresas no rentables, y resultan mínimos los productos eliminados hasta ahora de la cartilla de racionamiento. La lectura de esas vacilaciones de la cúpula gobernante es que por mucho temor que les despierte el resultado de sus drásticas medidas, no tienen opción, están obligados a implementarlas dado el insalvable nivel de su quiebra. El pueblo tampoco tiene alternativa, inmerso en su profunda miseria tendrá que responder como el gato una vez que el perro lo acorrala.

 

Hay quienes piensan que la actual crisis interna es comparable a la de los años 90´, cuando el régimen encontró paliativos que le ayudaron a salir del fondo en el que cayó. Eso es falso. En aquel momento tuvieron la opción de beneficiarse de la inversión extranjera, abrirse al turismo, permitir la circulación del dólar, estimular las remesas familiares y autorizar los negocios privados; alternativas que aportaron liquidez fresca y considerable a las arcas del Estado. Esas maniobras facilitaron, además, el desarrollo y consolidación del mercado negro y su rol en la supervivencia del pueblo.

 

En la actualidad la inversión extranjera está seriamente comprometida por el enorme endeudamiento de la nación y la ruptura de reglas básicas, como el incumplimiento en los pagos de los compromisos contraídos con el empresariado extranjero y el injustificable congelamiento de parte del dinero depositado por esos empresarios en los bancos cubanos. El turismo ha crecido en el número de visitantes pero decrece en las ganancias que reporta, principalmente por la pésima competitividad de sus servicios. Las remesas y el propio turismo han sido sensiblemente afectados por la medida draconiana de imponer al dólar un gravamen del 20 %, lo que desestimula el envío de dinero a la isla y encarece los precios a los turistas. Qué decir del abismo generado en la economía por la dualidad de monedas, problema al que no se le avizora posibilidad de solución en el corto o mediano plazo. Termina de ensombrecer el cuadro la espeluznante carencia de liquidez de ambas monedas, las divisas convertibles y también el peso cubano, de este último circulan miles de millones entre la población sin retorno al Estado, por la depauperación en la oferta de los productos y servicios estatales.   

 

Un aparte merece la actual legalización de los negocios privados, que algunos politólogos consideran como apertura y hasta le encuentran parecido a las exitosas reformas económicas aplicadas en China y Vietnam, lo que resulta una valoración ingenua y equivocada.

 

Los modelos de capitalismo de Estado introducidos por las referidas naciones asiáticas, se debieron primero a un cambio en la mentalidad política de sus clases dirigentes, que facilitó la posterior apertura económica. En China fue Deng Xiaoping el que condujo las reformas a finales de los años 70´, y comenzó por ir liberando la economía y asumir la filosofía de que enriquecerse es glorioso. En el caso de Vietnam el despegue empezó tras alejarse de los esquemas de economía marxista, luego del Sexto Congreso del Partido en 1986, cuando decidieron, además, el retiro forzoso de los cuadros de mayor edad que se resistían a los novedosos cambios.

 

En Cuba la supuesta reforma económica la lideran los mismos ancianos que con su mentalidad retrógrada han hundido al país en la miseria, y no ocultan su intensión de combatir la creación de riquezas a manos del emergente empresariado privado. Tampoco dirigen los cambios al control de la economía por el mercado, sino que apuestan por mayor planificación y control estatal, cuestión que representa una radicalización del centralismo económico.

 

Entre las contradicciones insuperables de las actuales medidas económicas destacan, la inexistencia de una infraestructura mayorista que suministre las materias primas, y los comerciantes sólo pueden abastecerse de la red minorista a precios exorbitantes en divisas. Los impuestos estipulados para la legalización de los negocios son leoninos, sobrepasan el 60 % de las ganancias brutas, y no dan margen a que se consolide una red de negocios independientes. Los cambios económicos no se acompañan de una legislación jurídica que respalde el libre ejercicio de las actividades privadas. Aunque está planificado expulsar de sus trabajos al 25 % de la fuerza laboral, el gobierno asegura que harán todo lo posible por desestimular la contratación de mano de obra, aplicando un impuesto progresivo en la medida que sea mayor el número de trabajadores contratados por los comerciantes.

 

Constituyen otros serios obstáculos la grave descapitalización de la sociedad y el aplastante impacto de la incontrolable burocracia estatal, que con su dinámica viciosa se fortalece parapetada en la parálisis de las iniciativas de cambios. También influye que el Estado no cuenta con disponibilidad de abrir bancos de créditos para financiar los préstamos que necesitan la mayoría de los que pretenden aventurarse a montar negocios privados.

 

El desastre económico del régimen es tal que, a pesar de ser una nación netamente agrícola, importa cerca del 80 % de los productos agroalimentarios que se consumen en el país, por los que desembolsa anualmente alrededor de 1500 millones de dólares. Esta situación ocurre en una época donde se han disparado los precios de los alimentos en el mercado mundial, y los pronósticos no indican que bajarán en el futuro inmediato.

 

La luz al final del túnel para el saneamiento económico depende concretamente del éxito en la reforma de la agricultura. Los hermanos Castro han dejado claro que no aplicarán el único esquema con resultados positivos en medio de la inoperante centralización económica, el campesinado libre. En vez de apostar por entregar la tierra en propiedad a las personas que deseen hacerlas producir y liberalizar las actividades agrícolas, como funciona la agricultura en los demás países, prefieren insistir en el fracasado modelo del usufructo, o sea, otorgar parcelas de tierras ociosas manteniendo la titularidad estatal y sin abrirse al juego libre de la producción, distribución y comercialización. Algo nada estimulante.

 

La chispa que encendió las actuales revueltas populares en la región árabe del norte africano se relaciona con uno de los habituales atropellos de la policía contra un desesperado comerciante de poca monta.  De ese incidente aparentemente insignificante surgió la reacción en cadena que ya lleva dos regímenes dictatoriales derrocados y amenaza con la caída de otros. En Cuba la pólvora está regada por todo el territorio nacional y cualquier evento fortuito puede convertirse en detonante. Sólo basta interpretar el significado de acontecimientos recientes, como la manifestación que protagonizaron decenas de jóvenes en un cine de Santa Clara, la huelga durante varios días de los cocheros en Guantánamo, el paro de los trabajadores del coloso azucarero Urbano Noris en Holguín, las manifestaciones populares desatadas por desalojos en Santiago de Cuba y Guantánamo, o la protesta callejera de vecinos en Punta Brava por la deprimente situación con el abasto de agua.

 

Soplan fuertes vientos democratizadores impulsados por la modernidad. La humanidad vive una nueva era revolucionaria donde prevalece el despertar de los pueblos ungido por los valores democráticos que propugna la cultura occidental. La sociedad cubana no está desconectada de la globalización que hoy define la convivencia de las naciones. Igual que la tunecina, la egipcia, la libia o iraní ya apesta demasiado la dictadura de los Castro. Más temprano que tarde la influencia de la ola libertaria del mundo árabe arrastrará a los cubanos a reclamar masivamente en las calles el cambio de régimen, libertad, aperturas democráticas y prosperidad. Absolutamente, no hay diferencias.


domingo, 13 de febrero de 2011

Mensaje a los miembros del Caucus Negro del Congreso de los EE.UU.

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la Plataforma Consenso Cívico

por Darsi Ferrer

4 de febrero de 2011

 

 

La Habana, Cuba

Distinguidos legisladores:

La actual separación que sufren el pueblo cubano y el estadounidense, fruto de errores y desvirtuaciones con forzado carácter de obsesión, impiden los vínculos naturales, geográficos, históricos, culturales, sociales y políticos que siempre marcaron las plenas y beneficiosas relaciones entre nuestras dos sociedades. De las dos naciones la cubana es la más afectada por este desacierto histórico. Más allá de esta lamentable situación, la realidad es que el progreso de los Estados Unidos significa, de una manera u otra, la posibilidad de progreso para el pueblo de Cuba.

El pretexto sostenido por la clase gobernante de la Isla para entorpecer los lazos bilaterales es la supuesta independencia del tutelaje norteamericano. Esa justificación sólo expresa los caprichos personales de un tirano que obliga a nuestra sociedad a pagar un alto precio en miseria, represión y obstinado aislamiento de nuestro vecino del Norte y del resto del mundo occidental. 

Resulta un hecho  innegable que la decisiva ayuda y amistad recibida de Norteamérica no sólo permitió definir la anhelada independencia en el indeciso conflicto bélico librado contra la metrópolis española, sino que ofreció la oportunidad de construir una República, además de facilitar la puesta en marcha de una pujante dinámica de desarrollo nacional.

Los EE.UU. también garantizaron que Cuba quedara protegida del intervencionismo de las potencias europeas de la época, las que con el apoyo de sus flotas marítimas buscaban nuevos territorios para someterlos al coloniaje. Y en el triste presente, constituye un celoso vigilante de los desafueros de la violencia castrista y un vecino generoso donde los cubanos que huyen de la dictadura han encontrado un segundo hogar.

Estos importantes gestos son despreciados por la política oficial que nos oprime y su aparato propagandístico que los distorsiona u omite, relegándolos por conceptos extraños a la idiosincrasia y buen sentido nacionales. Pero el pueblo cubano no los olvida y saldrán otra vez a la luz cuando la libertad sea nuestro estado natural consagrado por las leyes.

El reciente discurso del presidente Obama a la nación norteamericana fue muy estimulante para los demócratas cubanos que deseamos el bien de nuestro pueblo. El Caucus Negro que ustedes conforman representa una parte importante de las fuerzas que su Presidente invocó para  materializar el empeño de relanzar su grandioso país.

Nosotros estamos interesados en conocer qué proyectos impulsará el significativo grupo legislativo que ustedes representan para contribuir a configurar tan magna y difícil meta. Nos preocupa especialmente que los cambios anunciados se instrumenten, como tiende a ocurrir hasta el presente de la administración Obama, sobre la base de un mayor estatismo.

Consideramos que tal práctica implica un grave riesgo debido a su letal toxicidad a mediano plazo, cuyos dañinos efectos pueden verse reflejados entre las principales causas de la grave crisis económica, financiera y crediticia que recientemente sufrió EE.UU., así como en la quiebra posterior de países occidentales como Grecia e Irlanda, y también en la precaria situación económica que atraviesan España y Portugal.

De acuerdo a las medidas tomadas por la administración Obama durante sus dos años de gestión, la injerencia del Estado en la dinámica económica de la sociedad estadounidense tiene una incidencia perniciosa, como lo refleja el incremento a niveles nunca antes visto de la deuda pública nacional. Evidentes señales del crecimiento del Estado son las estadísticas que refieren que en la actualidad en EE.UU. existe un número preocupante de empleados estatales.

El impacto directo por esa situación compromete el saludable principio de la creatividad y la pujanza de la economía de mercado, que constituye el rasgo esencial que desde su conformación sustenta el dinámico desarrollo de los EE.UU., con sus sanos instrumentos de castigo al fracaso y a la incapacidad, y de estímulo al empeño y al éxito. La tentación de poner al Estado a jugar un rol cada vez más amplio dentro de la sociedad, a nuestro juicio, más que beneficiar la recuperación económica tiende a perjudicarla irremediablemente.

Tememos que las brillantes ideas expresadas por su Presidente resulten seriamente dañadas en sus propósitos por una nociva insistencia de la injerencia estatal en los asuntos ciudadanos, y que donde deba primar el principio del libre ejercicio de la economía y la oportunidad en un limpio juego de oferta y demanda se continúe hipertrofiando la nociva presencia del Estado.

La raza negra tiene un representante ocupando el más alto puesto del mundo libre. Esto es un logro y a la vez un merecido homenaje a tantos antepasados que fueron forzados a emigrar y a vivir y morir como esclavos. También es un tributo merecido a todos aquellos que supieron hacer valer sus derechos en una sociedad que los segregaba. La base democrática y libertaria,  que es el fundamento de los Estados Unidos, permitió que ese noble propósito se consolidara.

Por todo ello, es un especial honor y responsabilidad del Caucus Negro velar porque los intereses y valores norteamericanos, que ya son universales, no sean frustrados en su fin, por muy buenos propósitos que se tengan. Estamos convencidos de que Estados Unidos es la nación líder del mundo no sólo por su enorme riqueza y posibilidades económicas, técnicas y financieras, sino por los valores de derechos y libertades que han consolidado en su rol de baluarte del desarrollo y la prosperidad mundial.

Por nuestra fe de que en gran medida la futura libertad y el progreso de Cuba va a estar basado en el éxito de esas premisas, quisiéramos conocer cuáles son los proyectos de esta noble y alta institución legislativa para ayudar a consolidar su éxito. 


La ola de modernidad que recorre el mundo árabe

Observatorio de Análisis Político, afiliado a la plataforma Consenso Cívico

 

por Darsi Ferrer

 

3 de febrero de 2011

 

La Habana, Cuba. Inesperadamente en todos los regímenes dictatoriales o seudodemocráticos del Magreb, del Medio Oriente y hasta en la Península Arábiga, lo que constituye una vasta región geopolítica que parecía inmune a los aires de libertad y democracia, ocurre en estos momentos un fenómeno telúrico, apasionadamente popular, extraordinariamente moderno y único en la Historia. Ni siquiera la asombrosa caída en efecto dominó de los países del otrora Campo Socialista se le asemeja en pasión popular y velocidad.

 

Esos acontecimientos que por estos días se presencian en el mundo árabe han convulsionado a la comunidad internacional, pero no hasta el punto de ignorar o desvirtuar sus extraordinarios medios y objetivos. El movimiento al unísono de grandes masas populares reclamando libertad y democracia desde Marruecos hasta el Yemen es consecuencia de la modernidad que traen consigo las redes sociales, los teléfonos celulares y la Internet , sin olvidar el apoyo que les resulta a todas esas naciones la comunicación en la misma lengua.

 

La tibieza y extremado escepticismo por parte de Occidente y Estados Unidos a la hora de apoyar abiertamente la naturaleza libertaria y moderna, completamente espontánea, de todos esos millones de ciudadanos árabes, por la preocupación del fantasma de un latente islamismo furibundo no ayuda en nada a consolidar una situación ya lanzada, y más bien contribuye a complicarla.

 

Principalmente Estados Unidos y la Unión Europea deberían abandonar los temores a los resultados de los valores occidentales que desde hace años fomentan por el mundo. Este acto de osadía popular es un vibrante efecto positivo de la globalización surgido de manera natural. No es una conjura de alguna siniestra agencia de inteligencia, ni un plan secreto de los ilumínate, ni siquiera una operación de Al Qaeda, los talibanes o alguna camada de viejos ayatolas.

 

¿Cómo no identificar en todas sus dimensiones este hecho único? No apoyar abiertamente o descalificar a priori las realidades que han movido estos cambios que desean millones de individuos lo único que demuestra es una penosa y desfasada mezcla de altanera incredulidad cultural, racismo ideológico y menosprecio intelectual ¿Por qué no concebir que los árabes africanos también pueden darle una sorpresa agradable al mundo? Y entiéndase bien, no se propone un intervencionismo extranjero en esas naciones, sino la capacidad de deslindarse por la soberanía popular claramente manifiesta y espontánea frente a la tozudez de un corrompido poder dictatorial.

 

La falta de una enérgica respuesta de Occidente es muy frustrante para las personas que ahora reclaman democracia y libertad, y representa una mala huella en la memoria para los que en un futuro también las reclamarán.

 

En caso de circunstancias similares en Cuba, ¿qué podría esperar la nación antillana?  ¿Una actitud de recelo ante la acción salida del mismo pueblo? ¿O se buscaría infructuosamente una segunda amenaza oculta y latente antes de pronunciarse por apoyar los justos reclamos democráticos de la nación cubana? Una respuesta de ese tipo podría describirse como “comprar pescado y cogerle miedo a la cabeza”.

 

Y es que el sólo hecho de que en Egipto se haya suspendido la señal de Internet y el servicio de teléfonos celulares, intentando acallar el mecanismo de comunicación y estímulo del pueblo movilizado contra la dictadura, que motivó como respuesta inmediata la capacidad de improvisación tecnológica de las masas amotinadas para saltarse esos obstáculos, son ya prueba fehaciente de la naturaleza profundamente moderna del alzamiento popular.

 

Y cabe preguntarse, ¿a qué vienen las vacilaciones de importantes naciones democráticas? ¿Por qué se cree que personas que son capaces de utilizar masivamente y con mucho ingenio las herramientas modernas de las comunicaciones, van a permitir luego que las sometan a la condición de víctimas pasivas y tolerantes de un movimiento sedicioso y oscurantista de los islámicos que puedan estar al acecho, y dejarse borrar como protagonistas de los actuales procesos?

 

Es conocido que organizaciones como la Hermandad Musulmana, extendidas por todo el Medio Oriente, tienen un programa anti moderno de gobierno y de organización de la sociedad, apostando por teocracias intolerantes para dirigir a los pueblos. El peligro que pueden representar esos extremistas se hizo valer hace más de veinte años en Argelia. De hecho, es bueno tener en cuenta que su tipo de programa para gobernar en absoluto no significa una realidad inamovible.

 

La pujante capacidad de trasmisión de valores occidentales de los medios masivos de comunicación modernos sorprendió a todos. Se han extendido firmemente por amplias capas de la población árabe y musulmana, los que con entusiasmo se identifican con sus propuestas de progreso, democracia y libertades. Es probable que con estas acciones libertarias una porción significativa de una amplia masa de ciudadanos árabes de poca cultura, víctimas preferidas del oscurantismo de los extremistas islámicos, se sientan amenazados en sus tradiciones y normas de vida. Pero no son fuerzas que tengan la capacidad de movilización y firmeza ante objetivos permanentes de desarrollo que son, a su pesar, necesarios para sacar a esos países de la precaria situación económica, social y política establecida por el inmovilismo instaurado por sus regímenes decadentes y represivos.

 

La presente administración Obama ya debía estar más que pasada del concepto rooseveliano referido a los dictadores aliados de EE.UU: “Es un H. P., pero es nuestro H. P.”  En tal sentido, no hay diferencia entre Trujillo o Mubarak. Con tristeza se recuerda la frustrante actitud pasiva y titubeante del gobierno estadounidense frente a los sucesos de rebeldía democrática ocurridos el pasado año en Irán, como resultado de las fraudulentas elecciones, hecho que debería haber dejado una lección conclusiva para la actividad e influencia exterior de ese gran país: la política  y la ética no marchan por distintos caminos.

 

Más lamentable aún es la miope reacción del gobierno israelí de apoyo a un tirano en caída como Hosni Mubarak, ignorando completamente los justos reclamos del pueblo egipcio. El premier Netanyahu se conduce por estrechos intereses geopolíticos mal encaminados, pese a todo lo justificado y oportuno que parezcan para los intereses de su nación. Esa decidida apuesta por Mubarak sólo puede calificarse de frustrante y nada coincidente con los valores democráticos que pretende defender para su propio pueblo. 

 

El lastre de las indecisiones provenientes de naciones democráticas claves en la arena internacional le han dado un aire extra a Hosni Mubarak para intentar resistir y no soltar el poder. Las tropas del ejército egipcio, hacen lo posible por dar la impresión de que son testigos imparciales y garantes del orden, pero lo cierto es que por estos días están permitiendo el desplazamiento por las carreteras que controlan y el acceso a las plazas tomadas por el pueblo egipcio a fuerzas paramilitares simpatizantes del dictador, armadas con objetos contundentes y presurosamente agrupadas en sitios distantes.

 

Varios choques sangrientos entre esas fuerzas represoras y los manifestantes que piden la renuncia del dictador se han producido ya en determinantes centros urbanos como Alejandría, Port Said y El Cairo. Con estas acciones organizadas por el régimen se hace evidente que la dictadura egipcia se dispone a vender cara su vida, perfilando una situación de guerra civil inminente. Occidente y los Estados Unidos en particular deben convencerse de que la dilación de los disturbios e inestabilidad en la nación egipcia, que hace rato debería estar resuelta con la salida de Mubarak del poder, es justamente secuela de la poca energía al reclamar esa solución con sus medios diplomáticos y de presión económica.

 

Permitirle a Mubarak permanecer más tiempo en la silla presidencial sólo traerá una situación caótica, muy peligrosa para la región debido al peso geopolítico de Egipto, justamente lo mismo que ahora pretenden evitar con su desafortunada prudencia.

 

En lo que a Cuba toca, los acontecimientos que se desarrollan en el mundo árabe demuestran otra lección muy importante que ha quedado en claro: los pueblos de esta Era de la Internet ya no toleran dinastías familiares que pretenden pasar el poder absoluto de padres a hijos, como si se tratara de un negocio familiar. Si los Castro continúan empeñados en ese tenebroso asunto, que contemplen como en Egipto y Yemen han quedado desguazadas intenciones parecidas.

 

Y no es difícil deducir que el impacto liberador de los incidentes del norte africano más tarde o más temprano se propagará por otras latitudes. El efecto tremendo que traerá la caída o amansamiento de los regímenes dictatoriales árabes producirá un fenómeno de sacudidas sociales a nivel mundial. Los pueblos oprimidos serán estimulados a aprovechar cualquier migaja de Internet, cualquier espacio de modernidad comunicacional que les caiga en las manos para movilizarse y quitarse de encima a cúpulas de aberrados abusadores que se creen inamovibles. Y ocurrirán inesperados derrumbes en sitios espantosos y oscuros como Corea del Norte, Myanmar o Cuba.

 

Es el signo de los tiempos de libertad que nos han traído los medios modernos de comunicación y las redes sociales que se van creando. A esta Isla del Caribe también le corresponderá pronto su hasta ahora negado pedacito de cielo.